Al fin sentó la cabeza

13 de Noviembre de 2015
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Cuando Mauri me anunció que ya había elegido la fotografía para este rincón de salida me explicó:«Es de uno que al fin sentó la cabeza». La verdad es que, si lo pretendía, sembró la curiosidad. ¿Quién sería el personaje?

Al abrir la fotografía arrancó una sonrisa, no era una metáfora, era la descripción de la imagen, como dice mi hijo pequeño –que anda estudiando Lengua ahora mismo–«un texto descriptivo».

Pero es mucho más que uno que sentó la cabeza, más bien la calavera. Es una pieza más de uno de esos desvanes o sótanos en los que alguien fue recogiendo piezas de todo tipo:radios, arados, calaveras, casullas de párroco, versos, jícaras, alternadores, fósiles, banderas de España, vitolas de puros, puros con vitolas, billetes de los Estados Unidos de América, trillos (no Federicos), plomos de las viejas instalaciones de luz o estampas de la Virgen del Pilar, por citar el uno por ciento de lo que duerme en el baúl de las esperanzas de que un día será un museo.

Y también la calavera en su urna y su asiento. Y llena de enigmas. Los dos agujeros parecen de bala y los vecinos así lo creen.

Dos agujeros que se llenan de historias en un lugar donde los maquis anduvieron por sus montes, donde el carbón tuvo su fiebre del oro y sus conflictos, donde la posguerra fue dura...

Por los agujeros se escapan las historias para quien las quiera coger y lanzar al corro del filandón. Cada generación hace una apuesta.

– ¿Y quién la trajo, qué dijo, de dónde viene? 

– Siempre estuvo aquí. 

Cuando abrió la puerta la calavera ya estaba allí.