27/06/2018
 Actualizado a 14/09/2019
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El drama del Aquarius y el de los niños separados de sus padres en Estados Unidos nos está acercando más si cabe a cómo sufren los inmigrantes cuando llegan a los países que llamamos desarrollados. Una situación que nos parece ajena pero que no lo es tanto, porque pocos son los que no han tenido un familiar o un conocido que hace 50 o 100 años tuvo que irse de su pueblo o barrio para trabajar, no sin esfuerzo y dolor, en otro país. Durante los últimos días ha habido quien ha puesto en tela de juicio la pertinencia de acoger a estos inmigrantes, pero por suerte ha habido mucha más gente que ha recordado el pasado (y presente) español de continuas migraciones hacia América, Alemania, Suiza... Por eso está tan bien que el Museo de la Emigración Leonesa recuerde que hace no tanto eran los de aquí los que tenían que cambiar de vida de forma radical por multitud de cuestiones, y no precisamente por gusto, ya que aquello no fue ni mucho menos un Erasmus. Pero lo que se ha echado en falta estos días en la provincia es que las administraciones muestren esa sensibilidad que se espera de quienes las dirigen. Tan solo se amparan en ese acuerdo de 2015 para que León acogiera refugiados, pero contrasta con la predisposición de otras ciudades para acoger a estas personas que no creo que viajen a España buscando sol y tranquilidad. Es un olvido más que nos tendría que avergonzar, más incluso que las infraestructuras que reclamamos con vigor cuando cambia el poder político, porque solo salva el honor organizaciones como Cruz Roja o Accem.
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