Y en un segundo, todo tuvo sentido

La afición de la Cultural vivió por fin ese día con el que llevaba 43 años soñando, en una jornada para acordarse de todo lo sufrido y que ahora ya pasa a ser lo disfrutado

Jorge Alonso Macía
29/05/2017
 Actualizado a 15/09/2019
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Hay segundos que duran mucho más que eso. Días, décadas y hasta años. El tiempo que pasó entre que Gallar le pegó al balón en esa falta ya para siempre recordada y el esférico tocara la red a algunos les pareció océanos de tiempo.

Un gol para levantarlos a todos, para el delirio colectivo, un segundo para como si de morir se tratara, toda la vida en la grada de un estadio siguiendo a unos tipos vestidos de blanco con los que ha sufrido mucho más que disfrutado pasara por delante de sus ojos.

Había soñado tantas veces en cómo y dónde sería, lo que haría cuando ocurriera y la alegría que supondría, que ni siquiera tuvo que esperar al pitido final, porque todo lo que le salió con el tanto del catalán fueron lágrimas.

Un llanto desconsolado que esta vez por fin fue de alegría. Todo el estadio estalló de júbilo, sí, pero una minoría sintió que en esas lágrimas estaban las de Santi Santos en aquella rueda de prensa en el Ayuntamiento, las que un niño derramaba en aquella última jornada contra el Lanzarote, las que brotaron tras el gol del Sabadell, las de los del Pájara, las del gol de Carpintero y la de las innumerables decepciones.

De repente todas ellas tuvieron sentido, dejaron claro que ya no son de dolor, que desde ya son las marcas del haber disfrutado de un camino que acabó y a la vez empezó este domingo.

Encontraron sentido aquellas acaloradas conversaciones a altas horas en El Húmedo:«Son unos ‘mataos’, no valen para nada y vais cuatro gatos a verles, ojalá desaparezcan». La vena hinchada con quien este domingo también celebraba. Arrepentidos los quiere el culturalismo y ojalá, de verdad, «ahora todos son de la Cultural».

Los viajes a Béjar, Lerma, Íscar o Almazán. Que tu novia esté a punto de dejarte por dejarla tirada con el motivo camuflado de ir a ver un partido de Tercera División. Pero la Cultural se jugaba en Burgos el liderato.

El segundo que tardó el golpeo de Gallar en tocar la red sirvió para acordarse de los malos tragos pasados Era el día que diseñaron en un Ford Escort de vuelta desde Mancha Real, imaginando que quizás aquella que había vivido en un pueblo de Jaén iba a ser la única alegría que le fuera a dar la Cultural el resto de su vida. Pero no fue así, porque corrieron por la pista de atletismo de San Gregorio y ahora llegaron Benja, Colinas, Toni, Gallar, De la Barrera y toda la banda para enseñarles a ganar.

Lo soñaron posiblemente en Gramanet o Canarias, seguramente pasando calor y luciendo con orgullo el escudo en el pecho. Pero el destino quiso que fuera en León, rodeado de los que te acompañaron en esa rutina de cada domingo que no cambiarías por nada y que tiene como último objetivo ver a la Cultural sin importar el rival, el tiempo o la llamada del sofá. Porque un domingo cualquiera iban a ascender.

Y salió el día gris. Todo apuntaba a la lluvia. Pero estaba claro que este año era el de los milagros y no solo aguantó el agua hasta la celebración sino que incluso el sol acompañó en un corteo que llevó a buena parte de la afición desde la Catedral hasta el estadio.

Cuentan los días los culturalistas para comprar la camiseta de su jugador con el parche de ‘La Liga’ en el brazo Porque si tu abuelo te contaba una y otra vez aquel día en el que León se echó a la calle para inaugurar la Puentecilla, ese estadio cuyas tapias intentaba esquivar tu padre subiéndose a las azoteas de los edificios que lo rodeaban para poder ver a la Cultural, tú tendrás ahora al menos el recuerdo de haber visto Guzmán bañado de sentimiento y soñando con que lo mejor está por llegar.

Se preparan para volver a entonar el himno de León, para ensayar mejor el siguiente mosaico. Porque desde ya el límite es el cielo. Cuentan las horas los aficionados en hacerse con su carnet de socio, comprarse por fin la camiseta de su jugador favorito con ese parche de La Liga en el brazo, pero antes dos fines de semana en Lorca y león para homenajear a los héroes.

Algo bueno tenía que venir y ellos lo supieron ver hace mucho tiempo. Porque ser de la Cultural siempre fue un premio, pero ahora los de fuera lo ven.
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