Secretario de pueblo sin pueblo

Fernando Aguado es secretario de Villademor. No tiene pueblo pero ya lo ha convertido en suyo tras cinco años trabajando allí

Teresa Giganto
21/08/2016
 Actualizado a 17/09/2019
Fernando Aguado en su puesto de trabajo en Villademor. | T.G.
Fernando Aguado en su puesto de trabajo en Villademor. | T.G.
Fernando Aguado es un secretario de pueblo sin pueblo y además urbanita. Llega todos los días a la Casa Consistorial de Villademor de la Vega «hecho un pincel», tal y como le alaban las señoras de esta localidad. «Muy diligente en sus labores» y «comprometido con los vecinos» son otras de las opiniones de quienes han necesitado alguna vez acudir para realizar los típicos trámites: un empadronamiento, un cambio de domiciliación de tributos o una licencia de obras. Lo de que no tiene pueblo podría decirse que es una verdad a medias después de llevar cinco años como secretario en Villademor. «Ya lo considero mi pueblo y he de reconocer que le he cogido mucho cariño a la gente», explica.

Aguado: Hay que mantener un equilibrio entre la ley y las costumbres de los pequeños municipios Fernando es aún muy joven (34 años) pero su experiencia como secretario en varios ayuntamientos ya es muy extensa. En parte se debe a que aprobó en tan solo un año y medio las oposiciones tras acabar los estudios de Derecho. Otro motivo por el que tiene tanta experiencia es porque la que tiene, la ha aprovechado. Cuenta cómo es su trabajo y relata cada aventura con la misma pasión con la que atiende a los vecinos de Villademor de la Vega. Pronto también atenderá a los de San Millán de los Caballeros, pueblo cercano con el que han solicitado la agrupación para compartir sus funciones.

«Es importante racionalizar los recursos porque por un lado es más lógico que San Millán comparta secretario con Villademor -y no con Valencia de Don Juan como hasta ahora- y por otro porque hay que ser consciente de la realidad del descenso de la población y la necesidad de bajar los costes de gastos», reconoce.

Sus tareas son tantas y tan variadas que a veces ni él mismo se puede creer ciertas peticiones extravagantes de algunos vecinos que se acercan pidiendo «cualquier cosa». Más allá de las anécdotas, que Fernando las tiene a cientos como la del octogenario que se le presentó en el despacho con un cuchillo y le tuvo retenido durante veinte minutos a una semana de casarse, habla de su trabajo con gran pasión y reconoce que es «complicado» en cuanto a que «hay que mantener un equilibrio entre la ley y las costumbres de los pequeños municipios».

En este sentido «la ley no ha reconocido con un trato justo y equitativo a los municipios pequeños porque existe la misma ley de Bases de Régimen Local para un pueblo que para León», explica. Para él su trabajo es una continua balanza en la que debe mantener siempre el equilibro tanto con los vecinos como con la ley y el alcalde que «es el jefe pero al mismo tiempo no lo es porque tú también le controlas».

Cada ayuntamiento por el que ha pasado le ha dejado algún poso. Primero fue en el Servicio de Asistencia a Municipios de la Diputación de Zamora. Allí aprendió desde la raíz, y le tocó lidiar toros fáciles y no tan fáciles que le han convertido en una persona de recursos. Aún recuerda de aquella época que tuvo que llamar a Marbella para informarse sobre cómo sacar adelante  una Comisión Gestora en un pueblo.  

Después se topó con Valderas de manera fugaz en su carrera profesional. Solo fueron 12 días, los suficientes como para querer salir corriendo por «unas circunstancias que no compensaban».

Las bondades de las gentes


De allí, escaldado y pero aún con más ganas de trabajar, llegó a Cistierna y posteriormente a Carrión de los Condes. Ahora Villademor. El bagaje profesional le ha servido para conocer de cerca las bondades de la gente de los pueblos, que las cosas es más fácil hacerlas bien pero que siempre hay alguien que no las puede hacer peor y que de la necesidad hay que hacer virtud.

Otra lección que le ha dado la profesión, tan pegada al mundo rural hasta ahora, es que «la despoblación es un mal que va pasando poco a poco y que nadie se preocupa por ello». Y lo dice Fernando con conocimiento de causa, porque cada vez registra menos nacimientos y porque no tiene un pueblo, tiene todos por los que ha pasado. Y los que le quedan.
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