Religión en el aula

17/05/2017
 Actualizado a 18/09/2019
Desde que se abrió la campaña de prematrícula en los centros educativos, he venido siendo consciente de varios escritos que animan tanto a las madres y a los padres como al alumnado a no matricularse en la asignatura de Religión Católica, es decir, la religión fuera de la escuela. A mí, personalmente, no me parecen mal estos artículos; es más, son símbolo de un diálogo que se produce en la sociedad democrática dentro de la libertad de expresión.

Como en otras ocasiones, me pongo a leer los artículos en cuestión y veo como, a las primeras de cambio, para defender su idea de laicidad (aunque, según la Constitución, España no es laica, es aconfesional) arremeten y ponen en tela de juicio la personalidad y profesionalidad del profesorado de religión y eso, sinceramente no me gusta, porque no posibilita un debate entre ideas. Lo que hace es defender unas ideas atacando a las personas que imparten la asignatura de Religión Católica.

A buen seguro que no soy el mejor profesor de religión, pero soy un ser humano, sin apellidos, independiente, sin deudas con las ideas de antes, aquellas que un día en pos de la libertad dividieron a un país y a familias enteras. Precisamente por haber vivido y convivido con las consecuencias de estas situaciones me creo y considero una persona con libertad de conciencia, que necesita de la convivencia plural, del pensamiento crítico y de la autonomía personal, todo aquello que, según los escritos a los que hago referencia, es imposible que tengamos por ser profesores de religión.

Después de menospreciarnos como profesionales porque dicen que no somos capaces de crear entre nuestro alumnado libertad de conciencia, convivencia plural y sentido crítico, nos hablan de adoctrinamiento y de catequesis…seguimos ridiculizando al profesor de religión.

Esto de adoctrinar me resulta simpático, porque según ellos los que adoctrinamos somos nosotros. En fin, no somos nosotros los que contamos las batallas de una forma o de otra según criterio ni tampoco exponemos nosotros la ideas filosóficas según nuestra ideología personal.

A lo largo de mis años de intentar día tras día educar he descubierto el arte de enseñar aprendiendo de mi alumnado. Les hago pensar, ser críticos y autónomos ante aquello que no consideren evolución y desarrollo, aunque esto implique en algún momento criticar a la Iglesia como Institución.

Soy ser humano y creyente y a luz de los Evangelios lucho, como miles y miles de cristianos, por la dignificación de la mujer en todo lugar, pero sobre todo en las zonas y en los barrios más conflictivos, pero no desde los escenarios. Como miles y miles de cristianos, lucho por las libertades y racionalidades de los más débiles socialmente, pero no desde las ruedas de prensa. Como miles y miles de cristianos lucho por las oportunidades, por las igualdades dentro de la diversidad, pero no desde las intervenciones parlamentarias.

Cada día cuando me levanto y voy a mi trabajo me gusta mirar a los ojos a mi alumnado y levantar en ellos interrogantes ante aquello que pasa en el mundo y me quedo ahí, en la frontera del interrogante, porque lo demás sería adoctrinamiento.

Sigan ustedes manifestando su descontento porque la clase de religión esté en el aula. Obviamente no les voy a seguir, pero lo aceptaré porque en una democracia viva hay que saber convivir con otras ideas pero, por favor, no caigan en la tentación (perdón por el deje religioso) de utilizar al profesor de religión (que es sólo un ser humano) para sus propósitos. Gracias.

Nacho Alonso es profesor de religión
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