Matavenero, el pueblo arcoiris

"Matavenero ha sido como la evolución del ser humano pero a corto plazo, en 20 o 25 años". Así de contundente se muestra uno de los participantes en el documental dirigido por Pablo Alonso González

Ruy Vega
25/07/2017
 Actualizado a 19/09/2019
Los niños son parte de los protagonistas de la historia de Matavenero. | ICAL
Los niños son parte de los protagonistas de la historia de Matavenero. | ICAL
Hay que decir algo más para hacer a esta experiencia visual imprescindible de lo que dice Pablo González, uno de los participantes en este documental? Posiblemente no. Poco más se puede añadir en tan pocas palabras como para que llame más nuestra atención. Matavenero: El Pueblo Arcoiris es la historia del archiconocido pueblo leonés que tantas leyendas urbanas ha suscitado.

Tantas como curiosidad de quienes nunca han estado allí y tienen una confusa imagen sobre lo que es, posiblemente alimentada por la imaginación. Pero no únicamente eso. El documental es la historia del ser humano como bien decía un antiguo habitante, la historia de la libertad y del desarrollo de la sociedad. La lucha por unos ideales más o menos implantados según su propia historia. Pablo Alonso González, durante casi una hora, te introduce entre las calles, los caminos y las gentes de Matavenero llevándote casi sin darte cuenta a ser un habitante más, alguien que comparte con ellos sus más sinceras confesiones mientras muestran su vida cotidiana.

Te das cuenta de que la expresión de lo que se explica, el cómo y el cuándo, no puede ser más sinceroSin más guión que las palabras que los distintos entrevistados han querido abrir al resto te das cuenta que la expresión de lo que se explica, el cómo y el cuándo no puede ser más sincero. Abiertos los ojos, abierta el alma. Y abierta el alma el viaje del espectador entre esas montañas ya no tiene retorno o al menos, como les ha ocurrido a todos los que por allí han pasado, el retorno no es ni será (ni debe ser) en las mismas condiciones que el viaje iniciático.

Durante cincuenta minuto, el tiempo del cronómetro, repasa hasta algo más de dos décadas. Hablas cara a cara con los que estuvieron al principio, con los que estuvieron en mitad de la idílica historia y con los que ahora están. Pero también de los que llegaron para quedarse o de los que llegaron para irse y no volver. Hablas con los que tuvieron decisión, con los que llegaron allí buscando algo o buscándose a sí mismos a través de un sueño no imposible, con los que se fueron y no piensan volver pero también con los que estando a favor criticaron ciertas actuaciones.

Abierta el alma, el viaje del espectador entre esas montañas ya no tiene retorno, como les ha ocurridoEl documental todo lo cubre, todo lo abarca sin dejar hueco a nada que no sea realidad. Absoluta y sincera realidad ya que son ellos, los que por allí han pasado, quienes nos miran a los ojos y transmiten las sensaciones. El único actor que por allí navega es el propio espectador, lujoso viajero no invitado. Durante el primer tramo del viaje el hilo principal son los niños. Quizás no exista otra manera más acertada de hacerlo pues ellos son el presente y el futuro y de ellos depende también el sueño de Matavenero. Hijos libres en una sociedad abierta. «Podrías darles clase, da igual el idioma, en francés, en inglés, en alemán…».


Sin embargo, a pesar de lo que pueda parecer esta afirmación que una de las antiguas profesoras del pueblo relata con sonrisa sincera, ésta encierra en sí misma una manera de enseñar fuera de los cánones actuales, en donde hasta el tipo de lápiz está dictaminado. En contra de lo que pueda parecer a los ojos de alguien externo y profano, de nuevo el propio documental te abre los ojos, pues alguien que llega por primera vez allí puede comprobar cómo son «niños muy inteligentes, hablan varios idiomas». Y así te lo hacen ver cada uno de los fotogramas. El sueño de la libertad construida en una sociedad idílica en la que todos son uno y uno son todos. Así lo dicen los que por allí pasan mostrando sus inquietudes.

Pablo Alonso González nos lleva a las voces más idealistas y comprometidas con el proyecto, pero también a aquellas que lo estuvieron y ahora no y con las que saben que ya nunca lo estarán o que incluso dejan caer cierta melancolía por no haber encontrado lo que buscaban. Todo esto es necesario para hacerte una idea real del todo en su conjunto y no únicamente del centro de la pretensión original sin atender a unos laterales que cada vez gritan con más fuerza.

Son ellos, los que por allí han pasado, quienes nos miran a los ojos y transmiten las sensacionesY de entre todos hay varias voces que llaman profundamente la atención y que sabiamente han sido introducidas en este barco que cruza un mar de libertad lleno de dudas. Son las de aquellos que nunca se han sumergido entre las calles de Matavenero pero sí que comparten espacio vital con ellos. Las de los que los observan desde la lejanía como el que observa algo extraño y confuso. La de los vecinos.

Es una conversación abierta con ellos que el documental te deja llevar a tu propio terreno, posiblemente más cercano a la visión de alguien que como muchos de los lectores de este artículo, nunca ha estado entre aquellas montañas. Sonrojan por su significado las palabras de algunos de ellos, su manera de explicar quiénes son aquellos que allí viven, pero sonrojan por sinceras y abiertas, al igual que son abiertos sus vecinos y cuya única diferencia es el modo de plasmar la idea, el cómo llegar a ella más que el planteamiento de si se debe o no ir, por casi todos aceptada.

Es pues éste uno de esos documentales que, como viajar a París, se debe ver (hacer) al menos una vez en la vida. Chapeau!
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