Los misterios de la muerte

13/04/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Las miradas siempre se clavan en los pies descalzos. Las preguntas siempre se clavan en los pies descalzos. Las miradas y las preguntas se multiplican en los pies descalzos que acaban sangrando y dibujan sus huellas de ADN en las calles por las que avanzan los pasos.

A los misterios de la muerte nadie responde. Sólo una cosa es evidente, a su becerro se le llevan ofrendas de todo tipo, oro o sacrificios.

En Quintana de Fuseros, en el mismo lugar donde un día se sumaron con alegría a las caravanas de mujeres, mantienen una vieja procesión de amortajados a la que muchos vecinos acuden vestidos con su propia mortaja, la que compraron o se hicieron cuando un accidente o una grave enfermedad colocó a su vida en el umbral del adiós. Si salvan la vida, si salen del trance, se visten con su mortaja y así reconocen el favor recibido del Cristo que procesionan.

En La Cuesta, allá en la entrada de la Cabrera, existió la misma tradición pero quienes se vestían con su mortaja eran los niños, lo que multiplicaba el dramatismo de la escena. Ya no se hace la procesión pero conservan las pequeñas mortajas como nuevas.

En As Neves cuando ven cerca la muerte se ofrecen a Santa Marta de Ribaterme y si salen con vida acuden a la procesión metidos en sus propios ataúdes abiertos mientras el silencio solo es roto por las campanas.

Los misterios de la muerte. Que muchos llaman miedo.
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