"Las preguntas sin responder hoy son fantasmas que pueden aparecer mañana"

Los psicólogos destacan el valor de la salud mental de los más pequeños en este confinamiento con un lema claro: "si los padres están bien, los niños también"

Mari Gómez Becerra
06/05/2020
 Actualizado a 06/05/2020
Uno de los balcones en los que los más pequeños han dejado su sello. |  ICAL
Uno de los balcones en los que los más pequeños han dejado su sello. | ICAL
Tal y como afirman los datos aportados por el ministerio de Educación y Formación Profesional, el cierre de los centros educativos afecta a casi ocho millones de estudiantes en España. Esta cifra alcanza los casi 1.300 millones de alumnos si se suman los 186 países que han ordenado el cese de la actividad educativa presencial a fecha de hoy, según datos de la Unesco. Un parón educativo sin precedentes en la historia.

A esta parálisis en la enseñanza, se une que millones de personas están aprendiendo a adaptarse a una situación en la que deben conciliar trabajo, vida familiar y tareas domésticas. Todo a la vez, bajo el mismo techo, 24 horas y en estado de alarma. «Es lógico que el confinamiento favorezca un entumecimiento y enlentecimiento del sistema nervioso, que trabajemos más lento, no nos concentremos tan bien, tardemos más en hacer algunas tareas, nos apetezca menos ponernos a trabajar, tengamos más distracciones. Es normal y coherente con la situación que estamos viviendo», afirma el médico y psiquiatra Carlos Chiclana.

51 días después de la declaración del estado de alarma, la incertidumbre de no saber exactamente cómo se producirá la desescalada, cuánto durará y la preocupación por desconocer las consecuencias que traerá, comienza a hacer mella a nivel emocional, por no hablar de los momentos de duelo que se están teniendo que vivir en muchos hogares.
Hasta los dos años los niños no recordarán esta situación, hasta los seis lo hará de forma muy difusa
Según Jorge Bueno, psicólogo especializado en infancia de Ever Health, «si los padres están bien, los niños también lo estarán». Aunque hace referencia a la importancia de distinguir entre edades, se muestra tajante ante esta afirmación. «Es verdad que un niño por ejemplo de cinco o dos años no vive esta situación igual que un adolescente de 15, pero la clave está en intentar manejar la crisis con calma y tranquilidad».

Asegura que la mayor dificultad se presenta en las familias con hijos a partir de los 11-12 años. «Es una etapa en la que la necesidad de autorrealización toma un papel muy importante, además de la de disponer de espacios de intimidad. Lidiar con estas dos variables, conviviendo 24 horas bajo el mismo techo, es un reto complicado». Su recomendación es «respetar esos espacios y evitar caer en una mayor vigilancia y control».

En lo que a los más pequeños se refiere, Jorge Bueno afirma «hasta los dos años los niños no recordarán esta situación porque aún no tienen desarrollado el significado de autoconcepto y un menor de cinco o seis años lo recordará de forma muy difusa», aunque hace especial hincapié en «siempre y cuando no se viva una situación traumática o de duelo». A partir de los 6 años asegura que «el contacto social es fundamental» por lo que recomienda «hacer videollamadascon amigos y familiares y establecer rutinas como vestirse nada más levantarse, al igual que hacían cuando iban al colegio».

Gestionar el duelo en crisis


La gestión de las emociones es clave para superar los momentos difíciles. Además de ser o no una pareja bien avenida, también entran en juego otros factores que pueden complicar aún más la convivencia, como por ejemplo, enfrentarse a una situación económica complicada o a la pérdida de un familiar.
Es fundamental compartir los momentos de tensión, enfado, miedo o alegría y dar un espacio para dialogar
Ante este tipo de circunstancias, Jorge Bueno se muestra claro: «si los niños ven sufrir a los adultos, al problema del coronavirus, habrá que sumarle otros. Dar respuestas a sus preguntas en estos casos es fundamental porque las preguntas sin responder hoy, son fantasmas que pueden aparecer mañana. Los niños y adolescentes deben sentir que pueden expresarse con libertad y preguntar sobre todo aquello que les preocupe. Es muy importante hablar del duelo, contarles lo que está sucediendo».

Txus Rojas, coach y mentora en cursos de gestión emocional y comunicación, habla de la memoria emocional y de cómo esa capacidad de fijar recuerdos a través de las emociones «puede marcar el desarrollo de las personas, especialmente, durante la infancia».

En este sentido, Teresa Barrera, terapeuta individual y familiar del equipo del doctor Chiclana, añade «las emociones necesitan ser expresadas para regularlas, por eso es fundamental compartir todos los momentos de tensión, enfado, miedo o alegría y dar un espacio para el diálogo».

Convivir con el confinamiento


Los expertos coinciden en que establecer rutinas ayuda a mantener el orden mental. «Levántate a la misma hora que lo hacías, vístete y ponte colonia para teletrabajar», dice Jorge Bueno. Además, añade «10 minutos de meditación o relajación diarios son necesarios para mantener la calma y la tranquilidad porque sólo así seremos capaces de gestionar el miedo y filtrar la información». Y, por último, hace especial hincapié en el autocuidado. «Sacar tiempo para ti mismo, para leer, reflexionar, tocar la guitarra o cualquier actividad que te llene te ayudará a desconectar y enfrentarte al día a día con una actitud más positiva».
En el desconfinamiento pueden producirse un aumento de trastornos adaptativos y de estrés
Para Txus Rojas, «no hay recetas genéricas. El reto es que cada uno descubra qué es lo que le sienta bien. Si bailar te ayuda a soltar tensiones, baila. Si escuchar música te alegra, adelante. Si leer te relaja la mente, coge un libro. Esta situación nos brinda una oportunidad única de conocernos más a fondo. Es como si nos estuvieran poniendo un zoom sobre nuestra vida: qué nos gusta, qué nos entristece, qué nos enfada, qué nos aterra, qué nos hace sonreír… A lo mejor estas circunstancias tan especiales nos ayudan a descubrir en nuestro interior recursos que ni sospechábamos tener y en nuestro entorno tesoros que nos valorábamos».

Por su parte, Teresa Barrera añade que además de tener un horario y no improvisar el día porque «tanto niños como adultos necesitamos estructurar de forma flexible la jornada para saber qué va a pasar», también es importante «tener una buena alimentación, respetar las horas de sueño porque el cansancio genera irritabilidad y realizar ejercicio físico para fortalecer los huesos y mejorar el estado de ánimo».

El post-confinamiento


La luz al final del túnel parece más cerca desde el pasado 26 de abril con las salidas de una hora al día para los más pequeños y el recién estrenado proceso de desescalada, pero comienza una nueva etapa en la que la que, de nuevo, la capacidad de adaptación será clave para salir adelante. El Dr. Carlos Chiclana, asegura «de acuerdo con lo que ocurre en los países en los que el cronograma de la pandemia va por delante de nosotros, es en el post confinamiento cuando se puede producir un aumento de los trastornos adaptativos, con ansiedad y depresión, y de los trastornos por estrés postraumático en los profesionales que han estado en primera línea. Vale la pena hacerse consciente de que nos vamos a enfrentar a situaciones a las que nunca nos hemos enfrentado antes, y necesitamos ser comprensivos con nosotros mismos y con los demás, para darnos tiempo para elaborar una respuesta psicológica nueva y adecuada que permita adaptarnos».
Podemos sentir ambivalencia al querer estar con nuestra gente y tener miedo a contagiarles
Los profesionales de la salud mental coinciden en que en esta nueva etapa la gestión de las emociones sigue siendo fundamental. «Las emociones no se cuestionan. No elegimos tenerlas y sí podemos elegir reconocerlas y aceptarlas como propias. Validarlas, aceptar que las tenemos, tratarnos con comprensión y darnos tiempo para procesarlas, ayudará a que el proceso de adaptación sea verdadero y no niegue la realidad. Habrá personas a las que les cueste abandonar el confinamiento porque van a perder tiempo con los hijos, con la pareja o porque tendrán que exigirse más. Estas situaciones también son válidas y normales», afirma.

En este sentido, Txus Rojas añade «debemos prestar atención a nuestras sensaciones y emociones, dejarlas salir de la forma más responsable e inocua posible, decidir qué queremos hacer con eso que sentimos y actuar en consecuencia. Seamos conscientes de lo que nos ayuda y lo que nos limita y decidamos responsablemente qué hacer con ello».

Otra de las dudas que trae el post confinamiento es si cambiará o no la forma de entender las relaciones interpersonales. «Aquí podemos sentir ambivalencia al querer estar con nuestra gente y que a la vez aparezca miedo a contagiarnos o contagiarles. En cualquier caso será de mucha ayuda comunicar lo que quiero, lo que pienso, lo que siento, de forma que establezco un equilibrio sano entre darme y cuidarme, ayudar y ser ayudado. Además, respetar los tiempos de los demás es muy importante. Cada persona necesita procesar sus miedos y necesidades, la distancia que quiere mantener o el tiempo que necesita hasta estar seguro con el contacto humano. Una manera de ayudarlos, quererlos, comprenderlos y ser solidarios es aceptar sus modos de hacerlo, sin exigirles que sea antes de que puedan», afirma el doctor Chiclana.

Para todos aquellos que, aunque haya empezado la desescalada aún no puedan verse porque residen en otra ciudad o país, Txus Rojas explica «sigamos cuidando la comunicación interpersonal y los detalles. Uno de los aprendizajes de esta situación ha sido poder transmitir amor sin necesidad de verse o tocarse. Ese momento llegará, y mientras tanto, el presente nos da la ocasión de agradecer a nuestros seres queridos su presencia, su escucha, o lo que nos inspiran».

Por su parte, el Dr. Carlos Chiclana, añade una herramienta más: «utilizar el VAR. Validar, acoger y reflexionar. Observa y contempla tus emociones y estados mentales, para hacerte consciente de la situación real, acogerla, aceptarla y reflexionar sobre ella. Podemos tener emociones desagradables como miedo, vulnerabilidad, incertidumbre, desconcierto, cansancio, aburrimiento, inapetencia y otras muchas que cada uno puede tener. Podemos ponerlas en relación con las agradables y la ilusión por avanzar, que también está presente. Esto implica que hay dificultades y obstáculos, y que el optimismo y esperanzar que propongo, no es superficial y veleidoso, sino con los pies en el suelo».

Volver a la rutina como se entendía antes de la pandemia va a llevar su tiempo. Cómo va a afectar a las costumbres, a los abrazos, a los apretones de manos, o a las conversaciones de amigos en los bares, aún no está claro. «Todo va a depender de lo susceptibles que seamos al miedo», asegura Rojas. Mientras tanto, «en lugar de centrarme en todo lo que echo de menos, me entreno en encontrar todos los días algo distinto que agradecer y pienso que estoy acumulando ganas para que, cuando sea posible, pueda volver a hacer todas aquellas cosas que son importantes para mi».
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