La sapina y los vilanos, dos circunstancias desfavorables

La reproducción del sapo y el envoltorio blanquecino que transporta la semilla de los chopos suponen dos de las dificultades más comunes de los pescadores

J. A.
12/05/2017
 Actualizado a 18/09/2019
Vilanos en superficie en el río Torío. | R.P.N.
Vilanos en superficie en el río Torío. | R.P.N.
Estos días estamos comprobando cómo la pesca se entorpece por causas naturales y son dos los factores que están influyendo negativamente.
Por un lado, la reproducción ovípara de los sapos y por el otro, la dispersión de las semillas de los chopos transportados por el viento. Y aunque estamos acostumbrados, año tras año a sufrirlos, casi siempre nos sorprenden cuando nos hacemos al río. Son circunstancias naturales que el pescador tiene que comprender, aceptar y saber afrontar. Es por esto que la pesca de la trucha es la más buscada por los pescadores deportivos, nada es fácil, sin conocimientos y técnicas no se consigue ser exitoso en esta pesca tan apasionante.

La sapina


Con la llegada del calor los sapos salen de su letargo y se incorporan a la vida activa, así que pronto empiezan a croar para marcar su territorio y atraer a las hembras. Ellas, cuando se cargan de huevos, van en busca de ese macho que se subirá a su dorso y descargará su esperma según vayan soltando los huevos para fecundarlos. Luego, dependiendo del calor, en una semana o un poco más el renacuajo sale del huevo y se pone a nadar. Los renacuajos, que tienen su desarrollo indirecto, con la madurez perderán la cola y desarrollarán las patas en una metamorfosis que les cambiará de larva a sapo.

Los días de ovulación de los sapos la actividad truchera desciende, mientras que los vilanos hacen muy difícil la pesca en superficie Los pescadores estamos acostumbrados a verlos por las orillas del río emparejados, y el macho, que es mucho más pequeño, subido a lomos de la hembra, este proceso recibe el nombre de amplexo. También a ver esas masas viscosas de cordones de huevos tendidos a lo largo de las orillas, pegadas a las piedras y a la vegetación acuática. Y esto es lo que produce el efecto de la sapina. Las truchas comen estos huevos que tienen una cobertura de gel que según la sabiduría popular les provocará irritaciones en los labios, de tal manera que picarán menos y se soltarán del anzuelo más fácilmente. Ningún río ni humedal se salva de este proceso natural que según los expertos también ha ido a menos.

Y la realidad es que en esos días la actividad de la trucha desciende y los pescadores lo notamos. También nos sirve de disculpa cuando nos ronda el fracaso: «claro están con la sapina». La trucha sabe, pero no sabe que sabe.

Los vilanos


A los pecadores nos gustan los chopos porque son compañeros firmes y silenciosos, nos dan sombra y refugio formando parte importante de la vegetación de ribera de todos nuestros ríos.

Pero ya avanzada la primavera, en un proceso natural de reproducción, nos envuelven con esas pelusas blanquecinas que esparcen por todas partes con la ayuda del viento. Pescar en superficie estos días es desesperante, aparte de no ver la deriva de la mosca se pega ese ‘pelujo’ en el aparejo y cada poco hay que entretenerse en limpiarlo, también hay que evitarlos para que no se te metan en los ojos y en la boca.

Estos envoltorios blanquecinos y voladores que transportan la semilla de los chopos valiéndose del viento son los famosos vilanos. Su cometido es diseminar la semilla y a este peculiar sistema de transporte aéreo se le conoce como anemócora. Solo lo reproducen los chopos hembra y no tienen nada que ver con el polen. Es en esta época que los chopos desprenden tantos vilanos que a veces de la impresión de que estuviera nevando y que esos copos quedasen flotando por el río a merced de la corriente.

Así, con esta desagradable invasión, la pesca en superficie se hace muy dificultosa y son muchos los pescadores que esos días optan por pescar a otras modalidades. El pescador de caña, requiere paciencia y maña.
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