La Navidad berciana

El Mago Chalupa, la quema del ‘meco’, el Apalpador...son algunas de las peculiaridades bercianas en estos festejos que vivimos de una manera común, pero con tradiciones comarcales

Marcelino B. Taboada
26/12/2016
 Actualizado a 19/09/2019
Poner el Belén en el pico más alto de nuestra geografía berciana se ha convertido en una tradición.
Poner el Belén en el pico más alto de nuestra geografía berciana se ha convertido en una tradición.
En todo el orbe de influencia cristiana se celebran las fechas fundamentales del calendario - establecidas justo tras el solsticio de invierno (Natividad del Señor, la llegada del Año Nuevo, la Epifanía o festividad de Reyes,…) - de un modo similar, es decir, el espíritu y fundamento esencial que las inspira viene a ser el mismo, si bien las manifestaciones externas sufren una variabilidad bastante interesante. Entre los motivos y circunstancias que influyen en la plasmación práctica de los distintos acontecimientos – conmemorados y rememorados – se precisa, a mi entender, distinguir entre unos exógenosy endógenos o con un trasfondo básico o profundo. Y, de los que se aprecian con mayor nitidez y visibilidad, cabe priorizar el valor de los aspectos climáticos, la preexistencia y utilización ulterior de los elementos naturales, materiales y ecológicos habituales ya presentes y la continuidad o adaptación (incluso a través de la introducción de modas y usos foráneos) de un conjunto o acervo creado por la invención popular.

Y, en nuestra comarca y sin representar notas excepcionales, nos hallamos con ciertos apuntes o rarezas parciales - compartidas o no con otros territorios circundantes - que suponen una muestra de lo que constituía el modo de vida de nuestros antepasados: se trata de la tradición belenista. Como ejemplo de esta dedicación artesanal- anticipando disculpas por probables olvidos - sirva enumerar a guisa de exponentes válidos: el típico y tópico Belén de Villaverde de la Abadía, el de temática minera de Fabero, el de ‘Pepe’ el Zapatero de Cabañas Raras (de tinte claramente costumbrista), el realizado con conchas (con técnicas modernas) del Barrio de Compostilla ponferradino y… ¡cómo no!, uno declarado de Interés Turístico Provincial y ampliamente reconocido y afamado: el de Folgoso de la Ribera (de un realismo increíble). O el de Macario, que reúne aplicaciones novedosas y/o de jaez netamente electrónico (con relevantes efectos visuales y acompañamiento sonoro y musical), el imaginativo o peculiar de ‘pin y pon’ en Espinoso de Compludo...

El Belén del Catoute

Esta expresión o composición añeja se ubica en la cima del Catoute (2.117 metros), quese erige orgulloso en su condición única: la de alcanzar la gloria de ser el pico más alto del Bierzo.

El verano de 1.970 fue clave y transcendental pues, después de llevar a cabo múltiples actividades y reuniones informales, se tomó la decisión de constituir la Peña de Montañeros Gistredo. En esas mismas Navidades se propuso y consiguió instalar el primer nacimiento en el pico más emblemático, visible y evocador del Bierzo Alto: el Catoute. En esta mole, a 2.117 metros de altitud, unos pocos dispusieron figuras y demás aditamentos para montar el Belén más «elevado» en un radio de muchos kilómetros. En este primer año se estableció que la expedición se completaría en dos jornadas: en la inicial se llegaría a Montes de la Ermita (localidad hoy en día totalmente deshabitada) y el último se dedicaría para ascender al Catoute y retornar a última hora a Bembibre, con la misión cumplida. Resulta ocioso decir que, en la época navideña, la ascensión es penosa, con escollos fatigosamente superables como la capa de nieve y, en principio y ante todo, a causa de la poca preparación de medios y personal que pronto sería subsanada.

Clave, en años posteriores, fue el arreglo y mejora de la carretera de Igüeña – y seguidamente hasta Colinas - pues así se logró que la actividad navideña se pudiese complementar en un solo día.

A lo largo de los años, el Belén fue ganando en reconocimiento y difusión, lo cual provocó que, en ciertas ocasiones, los montañeros de Villablino se sumaran al acto, confluyendo en el Catoute desde la zona de Salentinos (en dirección sur los de Laciana) y desde Colinas (más bien en dirección este, los bercianos).

Tradiciones

En este ámbito simplemente procuraré recordar, en plan esquemático, dos actividades lúdico-festivas ínsitas en la Navidad del siglo no ha mucho rematado, pero que la acelerada evolución económico-social ha relegado al denominado imaginario colectivo reciente. De esta pareja de eventos colectivos, arraigados en su momento, tuve el orgullo de ejercer de espectador (por edad, mínimamente agente) en el Alto Sil y en el área ancaresa (consta su observancia también en alguna localidad de las estribaciones de la Sierra del Caurel). Es de suponer que su extensión anterior se circunscribiera, asimismo, a otros varios lugares cercanos. Acotando tales hechos culturales y de ocio de origen rural, la nómina se reduce a la recaudación del aguinaldo, a la quema del «vello» y a las diversas «interpretaciones» surgidas sobre las inocentadas.

Era de rigor, a pocos días de la Nochebuena, que los menores se concitaran y congregaran a fin de organizar una ronda para demandar el aguinaldo. Este ‘impuesto’ intergeneracional era, en su génesis histórica, satisfecho en especie mediante las correspondientes viandas, dulces o bebidas refrescantes. Los villancicos se entonaban, tanto al acceder a cada vivienda censada como al marchar y después de recontar lo obtenido. Por tanto, el sentido de la ‘cantinela’ - tocada a modo de cancioncilla cariñosa – podía convertirse o revertirse en lamento trufado de improperios suaves, insultos leves o ataques contra la avaricia de la singular familia o de los específicos propietarios. Con la mejora del nivel de vida y del poder adquisitivo, ya se fue constatando paulatinamente un siempre escaso porcentaje de los rendimientos abonados en metálico.

Año Viejo

Lo que me viene a la memoria es que, entonces, esta componente costumbrista servía al objeto de que los ‘quintos’- o la juventud temprana - sufragaran algún ‘sarao’ con sus amigos/as y novias.

El papel de actor pasivo y central, alrededor del quese montaba la burla y jolgorio, se atribuía a un muñeco (de semejante factura al ‘meco’ gallego del ‘entroido’).Se acondicionaba con paja, su esqueleto se construía con un par de palos que componían, a su vez, una cruz (a modo de soporte rudimentario). El resto se habilitaba con sacos, ropas antiguas y remendadas y el preceptivo sombrero. Se paseaba dicho ‘paisano’ anciano por las casas del núcleo habitado. En determinados casos se requisabanlos huevos del corral, pajar o aquellos escondidos en cualquier alpendre o tendejón, se ejecutaban pequeños hurtos…, solamente si los moradores no accedían a prestar su indispensable aportación: en esta tesitura se admitían licores, dinero, avituallamiento «de batalla», elaboraciones domésticas de platos, tabaco… Estas visitas domiciliarias se desarrollaban a lo largo de la penúltima jornada del ciclo anual, el 30 de diciembre. Una vez terminada la cena en los hogares respectivos, la mocedad procedía a plantar fuego al pelele o pendejo pajizo y se dirigían a una era, plaza o recinto adecuado al efecto de comenzar una velada superanimada. Esta cita nocturna se continuaba, sin pausa ni síntomas de agotamiento, hasta altas horas de la madrugada.

Dos personajes

Seguidamente, hace falta ilustrar las notas diferenciales del ambiente de la etapa navideña, indagando en las pocas (y significativas) singularidades que se conservan en El Bierzo y que se deberían actualizar y poner en valor. Las estampas ‘míticas’ propias, según una visión especial, se localizan en la documentación (oral o escrita) de protagonistas cuasi míticos o legendarios – el Apalpador y el Mago Chalupa-. En realidad y por nuestros lares, este período anual en el que festejamos los cristianos el Nacimiento del Niño Jesús no conlleva prácticamente demasiadas peculiaridades en comparación con las celebraciones o hábitos de la generalidad del espacio cultural cercano. Por lo que atañe a los protagonistas de los diversos acontecimientos, a dos inesperados actores tradicionales o adoptados en los tiempos modernos: el Apalpador y el Mago Chalupa.

El Apalpador, Apalpabarrigas, Pandegueiro, Pandigueiro oApalpabandullosrepresenta,conforme a alguna explicación relacionada con el nacionalismo o localismo gallego, una figura que se documenta - no con abundancia, en materia de datos y demás especificaciones - en ambas vertientes de la zona del Caurel (que abraza ciertas áreas de la parte meridional lucense, del extremo oriental orensano y del noroccidente berciano). Este ser extraordinario, que goza aún de relativo predicamento en el imaginario colectivo de algunos de nuestros ancestros más veteranos, se concibe como un hombre magnánimo, bondadoso y generoso, de profesión carbonero. En las fechas inmediatas y precursoras de la Nochevieja efectuaba su particular recorrido por las aldeas montañosas ubicadas en las estribaciones del Caurel, con su imagen aderezada con su indispensable pipa; su complexión se correspondía con la de una persona fuerte o gruesa, de talla medio-baja y su indumentaria reflejaba la estampa de un tipo inalterable, especial y a la vez distintivo. Su misión consistía en comprobar si los más menudos se habían alimentado bien durante el año a punto de finalizar. En todas sus visitas les obsequiaba, cual improvisado y anticipado Rey Mago, con una ‘presada’ de castañas asadas y añadía una cantidad de dulces o golosinas de la época, según necesidad.

En conclusión, el Apalpador – cuya similitud con el Olentzero vasco es incontrovertible - ha sido un intento del nacionalismo galaico de poner en boga un descubrimiento antropológico de los años 60 del siglo pasado. Para ello utilizaron unos argumentos dudosos: la existencia de una canción (en portugués) - procedente de lugares estrechamente vinculados al valle del río Lor - y un confuso análisis al hilo de comentarios interesados a una oportunista cita, cuya alusión derivaba de una intervención del estudioso y antropólogo Taboada Chivite (al traer a colación su mención «ás noites do apalpadoiro») en un Congreso desarrollado en Lisboa
El Mago Chalupa es una creación humana, protagonizada por una persona vinculada a la radio y que aún recordamos con nostalgia, no se puede calificar de legendaria (ni tan siquiera de tradicional). Pero se ha ganado un sitio preferente en el corazón de los bercianos. Denominado como el «cuarto Rey Mago» o «el paje de Sus Majestades», su aceptación y prestancia en la Cabalgata de Reyes de la ciudad de Ponferrada se ha consolidado hasta constituirse a modo de elemento ‘imprescindible’.

Surgió a mediados de los años 60, precisamente cuando era Radio Juventud de Ponferrada la que organizaba el acontecimiento primordial infantil de principios de año. El irreemplazable e inigualable Ignacio Linares impulsó la idea del cartero real y sus destinatarios magníficos, contestando así a las demandas y peticiones de las criaturas más inocentes. A cambio de una contribución módica y de una información «privilegiada» y contrastada, cumplía su objetivo sobradamente: acceder a los deseos de los niños/as y formular consejos y recomendaciones en el sentido de incentivar la obediencia debida a sus progenitores.

Dicha iniciativa fue ampliamente secundada y agradecida por todos los radioyentes. Se transformó en un tópico ciudadano y, a lo largo de más de dos décadas, alcanzó una fama considerable, al igual que la estrella de David del Pajariel.
Lo más leído