Genaro el curtidor se deja la piel

Quizá las que ahora reposan en el bombo sean las últimas pieles de la última tenería que todavía resiste en Santa María del Páramo

Teresa Giganto
10/11/2016
 Actualizado a 19/09/2019
Genaro lleva curtiendo pieles desde que era un niño, un trabajo que ha pasado hasta por cinco generaciones. | T.G.
Genaro lleva curtiendo pieles desde que era un niño, un trabajo que ha pasado hasta por cinco generaciones. | T.G.
El tiempo se paró en la calle Carrolaguna número 21 de Santa María del Páramo. En la casa de las puertas azules que tiene un olivo en la entrada. Al llamar sale Genaro, con la funda azul y sin la boina, y detrás de él una recua de perros que olfatean al visitante. Al bajar un pequeño escalón éste viaja al pasado, a aquel momento en el que los relojes dejaron de marcar horas y los calendarios se olvidaron de pasar página. Algunos ni se estrenaron y lucen la estampa de Jesucristo con el ‘Próspero 1964’. Las viejas paredes de adobe todavía huelen a piel. Son cinco generaciones las que se han encargado de mantener un oficio que abundó en la comarca paramesa pero que está en peligro de extinción. La de Genaro es la última tenería de León y después de una vida dejándose la piel, es consciente de que el final ya no está lejos, de que cualquier día el bombo da las últimas vueltas y con ello quedará ‘en cueros’ la cultura del Páramo.

Genaro está quemado: "Muchas veces necesito ya que me echen una mano para determinadas tareas si las pieles son grandes y tienes que depender de alguien. Me quemo", cuenta tras haber explicado todo el proceso con mucha ilusión, sin dejar ni un detalle a la imaginación de quien mira atónito unas máquinas que han curtido pieles desde que el tatarabuelo de Genaro abriese por primera vez aquellas puertas en 1887. "Algunas ya dan fallos, arreglarlas cuesta mucho dinero y el trabajo ha ido menos", explica. Lo hace con la responsabilidad que supone para él mantener todo aquello en pie, el peso de la historia de los González, la pervivencia de un oficio que ya no es lo que fue, la presión de echar el cerrojo a una parte importante de la historia del Páramo.

Si él deja de trabajar, si Genaro cierra, la curtiduría de piel en León se acabaSi él deja de trabajar, si Genaro cierra, la curtiduría de León se acaba. Por eso no pierde el tiempo y cuando no está manejando pieles, prepara la vieja herramienta y acondiciona las instalaciones para convertirlas algún día en museo aunque el último curtidor es consciente de que este es un proyecto que no puede poner en marcha él solo. "Si las instituciones ayudaran, esto se podría mantener vivo", comenta esperanzado, a la espera de encontrar una fórmula que le permita que el tiempo no se pare aún más en la tenería.

El ruido del bombo, el olor a los taninos que se comen las bacterias de la piel, el ambiente cargado por el proceso de la salazón, las maderas lamentando el paso del tiempo con cada pisada. Genaro está en su salsa. Lleva haciendo lo mismo desde que acabó el bachiller pero ya son muchos años él solo, manteniendo la memoria de todos los que pasaron por allí. De ello dan fe las puertas de la tenería. En ellas se echaban las cuentas pero también cuentan las historias del pasado siglo en Santa María, con una caligrafía muy redonda y cuidada. Hay constancia de un asesinato o de que un aeroplano sobrevoló el pueblo en los años cuarenta.

Las pieles curtidas por los González desde finales del siglo XIX han viajado por toda España por manos de artesanos de la piel. Llegaron a producir 33.000 kilos al año de suela y sillero, hace dos o tres décadas fueron 7 los que trabajaron allí entre la familia y los empleados,  Pero aquello pasó a la historia, y el tiempo se ha parado tanto que amenaza con el olvido. Genaro resiste, quién sabe por cuánto tiempo, a vueltas con las pieles y dejando la suya propia en dar con la clave que permita que la cultura paramesa no quede ‘en cueros’. Ojalá que los calendarios estén siempre por estrenar en la calle Carrolaguna número 21.
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