En el pueblo sí hay playa

Vallecillo acoge durante estos días la segunda edición del Festival Playa-220, que ha regresado con algunos cambios pero manteniendo el espíritu de dar vida al pueblo y regenerarle

Cristina Centeno
03/08/2017
 Actualizado a 16/09/2019
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En todos los pueblos hay playa. El caso es buscarla y, aunque no tenga mar ni arena, se puede encontrar. Al menos la playa que entienden desde Taller Topotesia y que ha desembarcado en la localidad leonesa de Vallecillo por segundo año consecutivo. Esta playa tiene el significado de vida, de frescura, de hacer algo diferente para que un pueblo que no llega a los cien habitantes consiga levantar cabeza de ese mal llamado despoblación, que tanto afecta a la zona de Tierra de Campos en la que se encuentra.

El Festival Playa-220 ha vuelto a llegar a la localidad como un soplo de aire fresco, y eso que las complicaciones para organizar esta segunda edición no han sido pocas. El arquitecto Javier Martínez ha sido el encargado de dar forma en solitario –ya lo hizo el año pasado junto a Aida Mas– a la programación de este año, que echó a andar el primer día del mes y ya ha dejado huella en Vallecillo, a falta de dos días para su fin.

Echan en falta la implicación de las instituciones, a las que piden que "miren para los pueblos" La falta de apoyos, «tanto públicos como privados», lamenta Martínez, puso en jaque la celebración de esta segunda edición, pero el empeño pudo más y, pese a que hubo que cambiar varias cosas, ha podido celebrarse en la fecha establecida, la semana que precede a las fiestas de Vallecillo, que empiezan este viernes.

La principal novedad es que «se ha reducido un poco el aspecto educativo con estudiantes universitarios por las dificultades económicas que ha habido». Aún así, han conseguido poner en marcha cuatro proyectos con artistas que se están llevando a cabo durante estos días, un «mini» festival de cortos que se proyectan por las noches en el frontón del pueblo, conciertos y un ciclo de conferencias sobre regeneración urbana, el principal objetivo con el que este festival llegó a Vallecillo.

Uno de los artistas que encabeza un proyecto es Antonyo Marest, que ya dirigió el año pasado el mural de azules que todavía decora el frontón de la localidad. En esta ocasión, ha elegido un helado relleno de colores vivos que está pintando en la calle con la ayuda de numerosos vecinos que no han dudado en aportar su granito de arena a la obra.


Marest, un alicantino especialista en arte urbano, ha sabido entender la esencia de este festival y no dudó en repetir este año porque en los pueblos, dice, también tiene «derecho». Por eso no duda en mandar un mensaje claro a las instituciones: «dejad de gastaos el dinero en yates y mirad a los pueblos». Porque iniciativas como esta «deberían hacer que la gente de los núcleos urbanos volvieran al pueblo en verano a pasar sus vacaciones».

También Martínez apoya esta idea, lamentando la «incertidumbre y tristeza» de pensar en un determinado momento en la idea de cancelar el festival. Finalmente eso no sucedió, «porque sin un segundo no habría un tercero, y tiene que haberlo». Lo que sirvió de impulso fue «ver el apoyo que hay en el pueblo a todos los niveles, desde infraestructuras, comida, donaciones económicas...» reconoce Javier Martínez, porque desde el principio se han volcado con ellos. «Es llegar aquí y notar el cariño de la gente de Vallecillo», celebra mientras se mueve de un sitio para otro bajo el sol viendo las diferentes actuaciones que están llevando a cabo en varios puntos del pueblo.

Agradecen el "cariño" de los vecinos de Vallecillo que se han volcado con el festival "en todo" Mientras Antonyo Marest trabajaba este jueves en colorear su helado a la entrada del pueblo, las chicas de Conjuntos Empáticos desarrollaban junto a algunos niños del pueblo su proyecto, una intervención efímera que ellas quieren «que sea real» y que permita «la reactivación de un espacio». Su plan es crear una sombra con elementos cotidianos, más que necesaria para días como el de este jueves, ya que era difícil mantenerse al sol. Una red, sombrillas y elementos para matizar las sombras forman la parte superior de este proyecto que tendrá abajo una pequeña piscina hinchable para los niños, pistolas de agua, globos... Todo lo necesario para divertirse en un lugar entre el parque y la iglesia en el que antes no había nada.

Por otra parte, José Luis Mora trabaja ‘land art’, una corriente artística en las que la obra y el entorno están estrechamente enlazados. El último proyecto es el de la Escuela Mistos, de José Luis Carrillo y Vicente Domínguez, que están grabando un corto sobre los vecinos de Vallecillo y el entorno que proyectarán mañana en el frontón y tomando fotografías que también servirán para hacer una exposición en el pueblo.

Todos ellos se alojan, junto con la dirección del festival, en las escuelas del pueblo, que estaban en desuso y el Ayuntamiento les ha decido como lugar en el que descansar de los intensos días de trabajo bajo el sol que llevan a cabo. En total son 17, menos que el año pasado ya que en esta ocasión no han contado con la presencia de alumnos universitarios que sí participaron el la primera edición, pero mantienen el empeño por mantener vivo este festival.

Porque no hay nada más reconfortante, dicen, que ver cómo el pueblo revive los días que se desarrolla el festival y les acoge como si fueran ya parte de un entorno que está cambiando, y de qué manera, gracias a su presencia y a sus ganas.
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