El gato montés: el experto cazador de roedores

La subespecie de gato montés que tenemos en nuestra provincia es la Felis silvestris silvestris, una de las tres que existen en la península

Javier Valladares
30/08/2016
 Actualizado a 19/09/2019
El pelaje es gris parduzco con rayas oscuras, y la cola es proporcionalmente corta y muy poblada. | JAVIER VALLADARES
El pelaje es gris parduzco con rayas oscuras, y la cola es proporcionalmente corta y muy poblada. | JAVIER VALLADARES
El gato montés, como antepasado de los gatos domésticos, se asemeja mucho a nuestras mascotas, aunque es mucho más corpulento. Puede pesar hasta 5 kilos, y medir algo menos de un metro de largo.

El pelaje es gris parduzco con rayas oscuras, y la cola es proporcionalmente corta y muy poblada, con unos característicos anillos terminales. El extremo de la cola es negro y se asemeja a un pompón, nunca tiene una terminación afilada.

La subespecie de gato montés que tenemos en nuestra provincia es el Felis silvestris silvestris, una de las tres que existen en la península.

El gato montés es un experto cazador, sobre todo de roedores. En pleno mes de agosto, cuando los prados de las comarcas montañosas de la provincia están recién segados, no es difícil ver al amanecer y al atardecer, las evoluciones de estos felinos detrás de topillos y otros roedores.

Normalmente caza al acecho, esperando que estos se acerquen a la distancia adecuada, y con un fuerte salto los atrapa con las garras, para enseguida con un certero mordisco, rematar a sus pequeñas presas, y desaparecer con ellas en la boca entre la espesura.

Después de pasar largas horas observado a estos preciosos animales, mi amigo Victor Esteban Blanco y yo, no hemos visto fallar un solo salto, saldándose siempre con la captura del desdichado topillo.

De costumbres más bien querenciosas, es fácil verle siempre en los mismos prados y casi a la misma hora, día tras día. Siempre, eso sí, cerca de la maleza o de setos naturales (lo que comúnmente llamamos sebes), para escabullirse y desaparecer como un fantasma a la menor señal de peligro. Estas sebes constituyen verdaderos paraísos naturales, que además de conformar durante siglos el paisaje agropecuario de nuestra provincia, son el refugio de una enorme cantidad de fauna de todo tipo.

Son precisamente estas sebes, que marcan los linderos de las fincas, las que utiliza en gatomontés para desplazarse sin ser visto, y para descansar. En una de estas sebes puede resguardarse a las 8 o las 9 de la mañana de un día de verano, y salir exactamente en el mismo lugar, a las 8 o las 9 de la tarde, cuando el calor y el sol ya han desaparecido del prado que le sirve de cazadero.
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