El discípulo berciano de Asimov vuelve a escena con "La Señal"

El escritor apodado Ruy Vega vuelve a sacar las herramientas de la realidad enmarañada en la ciencia ficción para publicar su segundo trabajo

Mar Iglesias
14/04/2017
 Actualizado a 18/09/2019
Ruy Vega con su nuevo libro, aún caliente, entre las manos. | M.I.
Ruy Vega con su nuevo libro, aún caliente, entre las manos. | M.I.
De nombre César, aunque muchos le consideran discípulo legítimo de Isaac Asimov,  y de profesión ingeniero involucrado en los proyectos de la Ciuden, se convierte en Ruy Vega y en escritor al pasar a su segunda faceta, la que le cautiva y desde la que se siente más cerca de su padre, del que ha heredado el sobrenombre. Tras su primera incursión en el género de la ciencia ficción, Vega repite, aunque asegura que este nuevo trabajo no tiene nada que ver con su hermano mayor «Proyecto Dream». Sin embargo, ambos son primos literarios, puesto que su primer trabajo partía de un hecho real: la misión de la NASA para localizar vida en otros planetas en este caso, que adoptó precisamente el nombre de su libro.

En «La Señal» que llega justo dos años después de su primer trabajo Ruy vuelve a comenzar con una realidad desconocida para los que están al margen del mundo científico. Se trata de la recepción, en el año 77, por parte de un afamado instituto científico, de una señal capturada mediante radiotelescopios que era treinta veces superior al ruido del fondo del universo. Esa señal, que llevó desde entonces el nombre de «Wow», porque fue la palabra que puso el científico que la localizó, y que pese a intentos por volver sobre ella nunca más se repitió, es la que da inicio a la trama, ya pasada a la ficción cuando Vega escribe sobre la muerte repentina de uno de los científicos que participó en aquel hallazgo justo antes de reunirse con un periodista al que había alertado de que podía ofrecerle información privilegiada. A partir de ahí«se desencadena una historia sobre si era verdad o mentira lo que quería contar» y, sobre todo, por debajo queda la reflexión que pretende hacer el autor «sobre la libertad de expresión a modo individual, si debemos contar o no aquello que sabemos». El final no aclara qué hacer, pero sí cierra la novela, que no tendrá otra parte.

Vega vuelve a articular el libro de una manera dinámica y diferente a lo que conocemos. Si en «Proyecto dream» elegía recortes de periódico y noticias desde las que iba hilvanando el relato, en esta ocasión se sube a los nuevos métodos de comunicación , por redes sociales o incluso por mensajes telefónicos. A través de ellos va narrando una trama que engancha desde el primer momento y que se estructuran en cuatro acontecimientos (no capítulos que incluso se pueden entender como historias en paralelo). Vega asegura que su pretensión con este estilo es «adecuarme a las formas como nos informamos y comunicamos hoy», algo que también abre una segunda reflexión que deja sobre la mesa porque, asegura el autor ponferradino que su pretensión en ningún caso es crítica. La palabra es el vehículo que Vega dice escoger para comunicarse «pero escogida de forma diferente» con el fin de facilitar la lectura «y que sea un reflejo de la sociedad». Desde esa perspectiva asegura que no descarta subirse a nuevas fórmulas. La poesía es una de ellas que Vega cultiva a nivel personal y que, desde que deja su rastro en las redes sociales ha conseguido el aplauso de una editorial que le ha propuesto que su tercer libro encaje en un género distinto, en el que Vega se mueve como pez en el agua. No habrá que esperar demasiado para ver ese trabajo, aunque en la cabeza Vega ya tiene también su tercera novela que sumar a sus dos trabajos iniciales.
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