"El compromiso con la comunidad es más importante que un polígono industrial"

Entrevista a Luis Antonio Sáez, Director del Centro de Estudios sobre Despoblación y Desarrollo de Áreas Rurales

D.L. Mirantes
16/07/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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Luis Antonio Sáez es, entre otros, profesor del Departamento de Estructura e Historia Económica y Economía Pública de la Universidad de Zaragoza y director e investigador del Centro de Estudios sobre la Despoblación y Desarrollo de Áreas Rurales (Ceddar). Su visión sobre el fenómeno de la despoblación es diferente y va más ligada a las personas que a las políticas. Para élproblema tiene que ver más con los valores que con las inversiones. Se aleja de los extremos y cuando está en el pueblo, lejos de Zaragoza, apaga el móvil. Hace unas semanas estuvo en la Fundación Cerezales Antonino y Cinia con un discurso que caló hondo.

–Asegura usted que la despoblación es una cuestión más de sentimientos que de infraestructuras.
– Hay cosas básicas: hace años pasaba en León y en otros territorios periféricos que no había agua corriente y, sin embargo, hoy tomamos como natural ducharse, ir al baño, etcétera sin tener que salir al corral. Hay infraestructuras necesarias, pero la brecha principal entre las zonas dinámicas y zonas en declive o críticas tiene que ver más con la mentalidad, los valores, el compromiso o las expectativas. Influyendo todo, qué duda cabe de que la mentalidad o los valores que tenemos como personas y como ciudadanos son los que tejen las ideas que predominan en nuestra sociedad y hacen que la ciudad tenga más éxito.
–¿Se puede deducir entonces que el modelo productivo es lo que más influyen en este abandono?
– Claro. Los valores dependen del modo como consumimos y producimos. El prestigio hoy lo asociamos a tener un coche de cilindrada alta, cambiar de ropa rápido o subir a Facebook que viajas por sitios raros frente a valores de comunidad pequeña, tomar tus propias decisiones o experimentar cosas en primera persona. Esto también lo puedes hacer en la ciudad, pero es más difícil que en lugares donde estás más en contacto con la naturaleza. Eso hoy es secundario. Hay gente que sí está dispuesta a vivir en el medio rural, pero no es la que predomina ni la que sirve de referencia como líderes de opinión. También es cierto que las personas queremos combinar ambas cosas. Todos tenemos algo de esta esquizofrenia y esa dicotomía entre urbano y rural. Vivimos en una ciudad y descansamos en un pueblo o a la inversa. Hay que integrar los conceptos de que hay más movilidad y el espacio nose ocupa cómo antes.

–¿Quiénes son referencia?
– Pueden llegar serlo los neorrurales, que es un concepto muy heterogéneo. Tendemos a imitar a la gente que tiene talento y hay proyectos muy interesantes. Los neorrurales, los que quedan y permanecen del propio territorio..., cualquier agente que genere creatividad con arraigo, con un poco de compromiso a la comunidad es fructífera. Eso más importante, para mí, que un polígono industrial o una autovía.

– No hay recetas mágicas.
– No se puede hacer ingeniería social. En el fondo estamos hablando de personas, de dónde quieren vivir, hacer su proyecto vital, cuáles son sus expectativas... y es más una labor de lluvia fina. Sí hay cosas de impacto que pueden ser importantes. Hoy la diferencia principal es la banda ancha. Es un elemento que ya es natural y no es un elemento de atracción, pero sí de rechazo. No porque haya banda anchas vas a ir a montar un negocio, pero si no la hay está claro que no irás.

– La cuestión ya está en la agenda.
– Parece que hay un compromiso para superarlo, pero creo que hay que afrontarlo no como recuperar una cifra de los años 50, sino en términos de calidad de vida, de poder elegir dónde quiere vivir la gente y conseguir que el mundo rural, sobre todo, no sea un geriátrico, ni un lugar donde solo hay inmigrantes que no pueden ir a otro sitio. El objetivo es que haya diversidad cultural, generacional, profesional, etcétera. Eso quizás se puede lograr con poquita gente, con la masa crítica para que funcionen algunas cosas que hoy necesitan menos personas.

– Y no todos pueden salvarse.
– Hay que ser realista, asumirlo y reconocer que no podemos obligar a nadie a permanecer en un sitio donde nadie quiere estar. Algunos pueblos estarán temporalmente habitados y tenemos que adaptarnos a esta situación, darles seguridad para que no queden desvalijados, ver como financiamos esas infraestructuras, etcétera. Es el concepto deresilencia, adaptarse a lo que es inevitable.
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