El Bíblico reconoce el secreto a voces: cierra

La sede leonesa del Instituto Bíblico y Oriental reconoció este viernes que cierra de manera irreversible sus puertas y las actividades que realizaba. La muerte de David Álvarez fue definitiva para esta institución que sigue en la Montaña 

Fulgencio Fernández
31/12/2016
 Actualizado a 18/09/2019
Imagen de archivo de la entrada al Instituto Bíblico y Oriental en la Colegiata de San Isidoro.
Imagen de archivo de la entrada al Instituto Bíblico y Oriental en la Colegiata de San Isidoro.
La secretaría de la sede en la capital leonesa del Instituto Bíblico y Oriental (IBO), en la colegiata de San Isidoro, envió este viernes una escueta nota  a los medios de comunicación: "El Museo Bíblico y Oriental cierra hoy su sede de León. Les agradeceríamos que quitarán la información de horarios y visitas al museo que suelen publicar en su medio puesto que no se va a desarrollar más este servicio".

Tan escueta como contundente, tan discreta como todo lo que hace este IBO que dirige el personaje más discreto de nuestra cultura, Jesús García Recio. Su personalidad es la única que explica el silencio con el que se ha perpetrado este irreparable  cierre, lo ha llevado en silencio, ha lanzado balones fuera explicando que siguen trabajando las sedes de la montaña, que incluso "crecerán" hasta tres: Cistierna, Sabero y Crémenes. Era un secreto a voces de que la muerte del empresario David Álvarez, gran mecenas del IBO, iba a ser un golpe  casi definitivo para el Instituto Bíblico, aunque bien es cierto que dejó todo dispuesto —y financiado—para que se abriera la sede en el pueblo natal de Álvarez: Crémenes.

Pero esa ‘táctica’ de hablar de volver a las raíces, de llevar los estudios bíblicos a lugares más olvidados y despoblados, tenía un trago que pasar, el cierre en León, que no se podía ocultar, por más que reaccionaron negándose a que ningún partido político defendiera su futuro (lo hizo el PSOE). Y este viernes fue el día del reconocimiento de este cierre.

La larga serie de desprecios que Jesús García Recio viene soportando desde que decidió regalar a León un legado de "miles de millones de pesetas" (las que le pagaba una Universidad americana para que lo dejara en depósito allí) no podían tener un final más triste. Primero se pudría en las humedades de la Universidad, después le cerraron las puertas hasta que las abrió David Álvarez y, fallecido el empresario, ocurrió lo que parecía un secreto a voces.

Que nadie espere que mañana García Recio levante la voz, más bien todo lo contrario;y tal vez haga bien pues quien pierde un centro de referencia mundial no es precisamente él sino la ciudad que lo acogía.
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