Dobby mira el menú, Mis se fía

23/02/2017
 Actualizado a 14/09/2019
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No digas lo de «como el perro y el gato» porque no es verdad, al menos si lo haces en el sentido de no llevarse bien. Caminan juntos, con su dueña, y a la salida de la tienda Dobby revisa el menú, porque de lo que se cocine para la familia saldrá la comida para ellos. Mis ni se preocupa, lo que le gusta al perro le gusta a él, el debate está en pelear la tajada, sin malas artes ni violencia.

Los dos son conscientes de haberse librado allí de un negro futuro. Dobby ya iba a morir, como muchos de sus hermanos, le comía el olvido y unos piojos y pulgas que no le daban un minuto de tranquilidad, se había hecho heridas... hasta que por su calle pasaron los que siempre son los mejores amigos de los animales, los niños. Y Dobby encontró casa, que sólo abandona ante la llamada de la selva, en esos días, pues quienes le encontraron en la calle no quieren ni oír hablar de ningún tipo de castración.

Mis ni se sabe cómo llegó. Apareció un día, su madre le había llevado a nacer a un lugar escondido y un gato de tan solo unos días es otro reclamo imposible de no adoptar para los mismos niños. Pronto supieron los dos que no había lugar para la pelea, aunque sí para las carreras, las persecuciones, que a veces no parecen juego pero sí lo son, pues al débil le bastaría con subir a un árbol para finalizar la pelea y el peligro, pero nunca la consuma, sólo inicia la ascensión y si Dobby se desentiende... vuelve a bajar.
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