Del viejo consejo... De la vieja conseja

El Día de la Salud, que se celebró esta semana, multiplicó los reportajes sobre centenarios, una ‘industria’ que en León tiene muchos, 13 de los 204 mayores de 108 años que ha habido en España son leoneses

Fulgencio Fernández
12/04/2015
 Actualizado a 19/09/2019
Gregoria Benito, Tía Gora, vivió ella sola en su casa hasta los 109 años de edad.
Gregoria Benito, Tía Gora, vivió ella sola en su casa hasta los 109 años de edad.
Si yo te contara, pero nadie nos hace caso. La gente se ha olvidado de una verdad como un puño:Del viejo...consejo. Y de la vieja... conseja». Lo decía Amador Alfonso al cumplir los 105 años y después de haberlo vivido casi todo:una infancia dura cuidando ganado desde niño, la guerra, el monte, la posguerra, el hambre, la orfandad... y salió adelante «y le di carrera a los tres hijos», repetía, aunque «ahora alguno crea que lo aprendió todo en la Universidad, la universidad fue la mía ¿Sabes que inventé un método para descubrir dónde hay que picar para encontrar el agua segura y pronto y no lo quisieron patentar? Son tan listos».

El hijo sonríe y asiente. «Tiene razón , todos los pozos del pueblo y la comarca los buscó él con su método y no le hicimos mucho caso. Ahora que ya somos nosotros mayores le damos la razón. Ya es tarde».

Esta semana se celebró el Día de la Salud. Los medios de comunicación publicaron numerosos reportajes sobre los más ancianos del país, de Europa... incidiendo en su calidad de vida, cómo habían llegado a esa edad, pero casi nadie ponía el acento en lo que lamenta Amador:«Del viejo, consejo. De la vieja, conseja;porque cuando tu vas nosotros ya venimos».

Si hubiera que buscar un denominador común habría que convenir, en su gran mayoría, en el buen humor, el escaso peso y unas vidas «muy trabajadas». En cuanto a la alimentación ninguno habló de dietas. Es significativa la anécdota de una mujer de la comarca de Cistierna, Isabel (no aparece en la lista pues ‘solo’ llegó a los 104 años), que no se mostraba muy feliz con la tarta que le estaba haciendo la familia para celebrar este día.- ¿No le gusta la tarta?- Bueno, sí.- ¿Entonces, qué le pasa?- Que prefiero el chorizo.- Pero el chorizo le hará daño al estómago.- Al estómago mío lo único que le hizo daño, de toda la vida, es el hambre.El hambre (y muchas penurias)es una de las constantes en buena parte de las biografías de estas gentes que sufrieron una cruel guerra y una muy larga posguerra. De todo tipo. Una etapa que les marcó a todos, en cualquier bando, y que se convierten en el mejor antídoto contra ella. El Tío Kico, abuelo de Europa, es quien la tenía más marcada a fuego pues le «partió por la mitad».Había emigrado muy joven y no le fue mal en ultramar, regresó a España para llevarse más familiares y estalló la guerra. «No pude volver entonces, se perdieron los papeles y lo perdí todo, allá quedó, que yo jamás volví a la salir de Pinilla», recordaba. Pero no fue todo. En el año 2008 este buen hombre fue noticia a nivel nacional pues con 107 años llevó a los miembros de Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica al lugar exacto donde estaban enterrados seis vecinos de Destriana que habían sido fusilados en 1936. «¿Cómo no me iba a acordar si lo tuve que enterrar yo, obligado, a punta de pistola». Por eso recordaba perfectamente que cinco estaban boca abajo y el sexto boca arriba. «Estábamos enterrándolos y empezamos a escuchar tiros por el monte. Acabamos a toda velocidad y nos fuimos».- ¿Pasó hambre?- No lo sé, necesidad mucha.Y de esa necesidad le quedó ‘un capricho gastronómico’, el Cola-Cao. «Yo sin mi taza de Cola-Cao al levantarme de la siesta no soy persona», decía con una eterna sonrisa pícara que no dejaba traslucir esos duros años que pasó.Dos de los más longevos, de más de 109 años, nacieron en el municipio de Candín Muy cerca de su capricho, en el chocolate, estaba ‘el secreto’ de otra gran longeva, no leonesa pero muy cercana, de Palencia, y con familia en esta tierra (una nieta es nuestra compañera Susana Martín). Claudia Martín vivía en la localidad palentina de Villaoliva de la Peña y con 110 años no perdonaba «su taza de chocolate». Tal vez fruto de su larga estancia en Méjico y sus viajes frecuentes a Estados Unidos era la curiosa costumbre de Miguel Suárez, de Genicera. «Me gusta comer con moderación y para cerrar la comida siempre pido una Coca Cola, mojó pan en ella, lo como, y ése es el mejor postre que se me ocurre».Miguel Suárez, que llegó a ser acusado de espía por reunirse con algunos exiliados españoles que eran viejos amigos, recordaba con tristeza los años de la guerra, aunque fuera tan lejos de su provincia. «No podíamos entender que unos leoneses se mataran con otros leoneses. Qué duro lo que nos contaban».Dos de los más longevos, de 110 años ambos, son del mismo municipio, Candín, en los Ancares. Ricardo Álvarez nació en Sorbeira y Josefa Rodríguez en Suarbol, y los dos emigraronde este pueblo. Ricardo lo hizo siendo un niño, a Uruguay, y regresó muy pronto, con 11 años, para empezar un largo periplo de oficios por toda la provincia:Teitador (colocando un tejado en Gete se casó), pastor de ovejas, minero...- ¿Y hambre?- ¿Cuánta quieres?- ¿Era de mucho comer?- Lo que había en el zurrón. El buen carácter de Ricardo le convirtió en todo un personaje. En Matallana aún recuerdan una anécdota suya con 104 años. Iba todos los días de paseo por el mismo camino pero en verano lo cambiaba por otro diferente.

- ¿Vas por ese camino para coger las sombras de la arboleda?
- No, voy porque es el camino de la piscinas y hay unas hembras que ni te imaginas.

Con 104 años pero, explicaba, él, «siempre hay que tener una ilusión».
Mucho más curiosas resultan las explicaciones sobre los motivos que puedan explicar su longevidad. La salmantina Gregoria Benito, la Tía Gora, que sorprendía a todo el mundo viviendo sola con 109 años, tenía una disculpa muy curiosa para no morirse, vinculada a una vida dura y de mucho trabajo:«Cuando hay que trabajar mucho a uno no le queda tiempo ni para morirse».

La familia de Claudia Martín solía bromear con la pregunta que les hacía la longeva palentina:«¿Dios no se habrá olvidado de mi?».

Pero la teoría más sorprendente era la de Ricardo Álvarez. «No me muero porque no me da la gana. Después de toda la vida trabajando como un perro por cuatro perra, ahora que me pagan por comer y dormir, ¿tu crees que me voy a dejar morir así como así?».

La verdad es que aguantó como un campeón. Como lo que son.
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