Pocas cosas tienen más magia que los talleres de los viejos artesanos, de los últimos resistentes, de aquellos que para lo de siempre recurren a los métodos de siempre y para limpiar el polvo o las virutas que vuelan sin destino nada mejor que la eterna escoba, uno de los utensilios con más usos.
Bien es cierto que a los viejos carpinteros los van rodeando poco a poco, arrinconando, entre grandes cadenas de muebles que te lo dan todo hecho para que lo sujetes con dos tornillos, los chinos y sus aliados...
Nunca olvidaré una conversación entre un viejo carpintero, Amancio, de los de cepillo, broca y tenaza; con un montador de muebles de cocina, de los que dejan en el suelo piezas numeradas y las van colocando siguiendo las instrucciones de un plano;mientras el carpintero dibujaba en las tablas con el lapicero que guardaba entre el pelo y la oreja.
El montador daba explicaciones. El carpintero no. El artesano miraba una y otra vez con la plomada a ver si quedaba recto, el montador colocaba y atornillaba con su máquina.
Insistió el segundo en buscar conversación y le preguntó directamente: «¿Y cómo anda por aquí la cosa de la carpintería». Y respondió el paisano: «¿Y cómo anda por aquí la cosa para los matemáticos, porque tu lo único que haces es poner el dos detrás del uno, y luego el tres y al final el siete».
Y ya se hizo el silencio.
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