23/04/2017
 Actualizado a 12/09/2019
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Juan Morano Masa fue un alcalde de León que demostró que ni crear empleo, ni generar riqueza, ni combatir las desigualdades sociales, sino que la forma más eficaz de hacer política es dar la nota. Él lo bordó a través de sus pancartas, huelgas de hambre, brigadas policiales y declaraciones fuera de tono, y terminó dando toda una lección de dignidad al resto de los senadores de su último partido, el PP, votando en contra de lo que habían ordenado desde Génova y a favor de la minería. Años después de su retirada de la política, que no se puede decir que fuera precisamente prematura, el valenciano Carles Mulet ha cogido su relevo en lo que se refiere a dar la nota como forma más eficiente de hacer política. Este senador de Compromís se sintió profundamente ofendido después de que el presidente de la Diputación de León llegara al Senado a defender la existencia de las diputaciones y se quejara de que se allí se hablase valenciano. Le respondió que se debería preocupar de que no se hablase leonés y, desde entonces, el leonesismo le utiliza para llevar sus reivindicaciones a la Cámara Alta. Mulet ha dejado en evidencia a todos los senadores leoneses que se limitan a obedecer las órdenes de partido y a cobrar su jugoso sueldo a final de mes, consiguiendo que polémicas huecas como las obras de la Plaza del Grano, el intencionado abandono del tren de vía estrecha o la falta de inversión en carreteras de la provincia lleguen hasta este privilegiado y estéril foro. El valenciano acierta en sus declaraciones, además, cuando asegura que «no hay un referente político que aglutine el leonesismo», del que él se ha convertido en el mayor altavoz de toda su historia, una historia que empezó, por cierto, de la mano del mencionado Morano, algo que él desconocerá aunque sea su discípulo en lo de dar la nota y como los leonesistas desconocerán que Compromís fue en coalición con el Partido Castellano a las últimas elecciones europeas. Con asuntos como éste, algún leonés ya estaba empezando a recuperar la esperanza en la política y en la solidaridad entre los territorios, a creerse que algo está de verdad cambiando y que nuestros representantes tienen ahora otros valores, pero la última pregunta de Mulet ha sido si el Gobierno está preparado para un apocalipsis zombie. Cuando el circo de los medios de comunicación le nombró payaso de la jornada, dijo que era una forma de llamar la atención sobre la mala calidad de las respuestas que normalmente recibía, y supongo que no se acordó entonces de que en entrevistas previas él mismo explicaba que se había hecho portavoz, entre otras, de las reivindicaciones leonesistas porque «no nos supone ningún tipo de esfuerzo adicional, simplemente, si nos mandan un tema ya elaborado con una propuesta, yo únicamente tengo que registrarla». Lo peor, en realidad, fue que el Gobierno se quiso poner irónico en la respuesta, y sobre todo lo peor es que, mientras senadores que cobran 5.682 euros cada mes se intercambian sus iluminaciones, el apocalipsis zombie ya está invadiendo nuestros pueblos.
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