Zenón y el suicidio

Por José Javier Carrasco

17/02/2021
 Actualizado a 17/02/2021
La escritora Marguerite Yourcenar . | GRENDEL BERNHARD
La escritora Marguerite Yourcenar . | GRENDEL BERNHARD
Zenón, el protagonista de ‘Opus Nigrum’, novela de Marguerite Yourcenar (1903 -1987), en su última noche, entre la opción de adelantar su final unas horas y escapar así de morir en la hoguera a la mañana siguiente, tras un largo proceso por ateísmo y herejía, que se alargó  durante meses, en el que se fueron acumulando las acusaciones, o seguir vivo confinado en un convento, aunque abjurando de sus ideas, como le ha propuesto su viejo preceptor, se decide por el suicidio. Recuerda entonces el auto de fe que presenció en la ciudad de Astorga treinta y siete años atrás, en 1532, cuando contaba veintidós años. Sin que la autora determine exactamente el tiempo que permaneció en León, sí sabemos que en el inicio de la novela un inquieto Zenón, con veinte años, se dirige al encuentro del prior del convento jacobita, es decir de San Marcos, el dominico Abel Vela, para que le enseñe, antes de morir, lo que  sabe sobre alquimia. Ni Abel Vela existió, ni hubo tal auto de fe en Astorga, en el que el dominico se inclina a recoger de entre las cenizas unos huesecillos blancos, el «luz» de la tradición hebraísta, que resiste a las llamas y es promesa de resurrección. Sin embargo, otras referencias históricas de la trama son fieles a la realidad: la guerra entre el emperador Carlos V y el rey de Francia, la implantación de la reforma protestante, el asedio de la ciudad de Münster en manos de una secta milenarista o  la rebelión de los flamencos contra la corona española. En ese trasfondo,  la novela recrea los cincuenta y nueve años de vida de alguien, que para los jueces de su proceso, y la mayoría de los habitantes de la ciudad de Brujas donde se celebra, aparece rodeado de misterio. Médico, filósofo, alquimista, escritor, astrólogo, mago... ha servido a reyes y sultanes, ha recorrido a lo largo de treinta años infinidad de lugares, para al final regresar a Brujas, la ciudad  donde nació, sin que comprenda bien las razones que le hacen tomar esa decisión. Quizá la simpatía que siente por el prior del convento de franciscanos de San Cosme, donde se instala bajo otro nombre para atender un dispensario de necesitados, le lleva a alargar una estancia que presumía de meses. Su ayudante, un joven novicio, le revela unos hechos que despiertan en Zenón el temor a verse envuelto en una denuncia,  que saque a la luz su verdadera identidad. Sintiéndose cómplice de los actos de amor libre a los que se entregan su ayudante y otros frailes por  no denunciarlos, decide abandonar Brujas, pero una extraña inercia lo devuelve a la ciudad.  El joven novicio es descubierto y  arrastra a Zenón en su caída. Se inicia el proceso  y resulta condenado. Las últimas páginas detallan  su  lenta agonía después de cortarse las venas, cómo tendido en el lecho de su celda, es presa de la angustia y teme que el carcelero descubra lo que ha hecho, que aún lo quemen en la hoguera, como hicieron con aquellos infelices de Astorga.
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