Yo también quise ser una princesa

Una reflexión sobre cómo educar en la igualdad a niños y niñas, dejando atrás los prejuicios de género

Sofía Morán de Paz
17/09/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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La buena de Blancanieves, la preciosa Cenicienta o la clásica pareja formada por Bella y Bestia, esos personajes de la infancia que siempre nos han resultado amables e inofensivos, ahora son catalogados por algunos como negativos o incluso tóxicos, a causa de los estereotipos machistas que representan y la influencia que éstos tienen sobre nuestros hijos.

No les hablo sólo de artículos, libros o múltiples debates feministas, la cosa va más allá. El año pasado se publicó un estudio llamado ‘Pretty as a princess’ desarrollado por un equipo de psicólogos de la Universidad Brigham Young (EEUU), donde se analiza cómo las Princesas Disney contribuyen a implantar estereotipos de género en la mente de niñas pequeñas altamente aficionadas a estas cintas y su merchandising, influyendo de manera decisiva en su comportamiento. Ahí es nada.

Disney lo sabe y hace lo que puede. Su última iniciativa es una campaña fotográfica llamada #DreamBigPrincess, en la que ha contado con 19 fotógrafas de 15 países diferentes para retratar a mujeres y niñas reales, fuertes, luchadoras… las otras princesas del cuento. Desde la conferenciante más joven de las Naciones Unidas, hasta la atleta paralímpica china ganadora de una medalla de oro en esgrima, o la líder del primer equipo ciclista femenino de Afganistán. La compañía quiere así animar a las niñas a luchar por sus sueños, a pensar a lo grande y a no conformarse.

La idea es estupenda, y las fotos, inspiradoras. Sin embargo, el debate original me hace pensar que últimamente hay temas donde sencillamente nos la cogemos con papel de fumar, y perdónenme la expresión, pero no hay ninguna otra que defina mejor lo que quiero decir. Todos hemos visto esas películas, yo más de una vez (y de seis), con ese video Beta echando humo. Como casi todas, yo también quise ser una princesa, con sus preciosos vestidos y sus largas cabelleras doradas, la música y los bailes de palacio… Pero claro, los cuentos son sólo cuentos, fue una etapa, pasó y no sufrí secuelas. No afectaron a mi visión del mundo, no me educaron, y desde luego no fueron mis referentes. Porque los valores, la educación, la confianza en mí misma, la igualdad y el respeto, lo aprendí en casa y no a través de la hacendosa Cenicienta. Así que pongamos las cosas en orden.

Las críticas son ciertas, todas ellas. Sólo hace falta echar un vistazo a alguna de estas pelis 30 años después, y ahí están, los roles bien definidos, la mujer florero que limpia y cose a la espera de ser rescatada por el príncipe azul. Los clásicos son clásicos, de otra época, ellos no evolucionan, pero nosotros sí.

Sería demasiado fácil culpar a Disney de los marcados estereotipos de género que adquieren nuestros hijos desde muy pronto. Somos una nueva generación de padres que creemos superadas muchas cosas, pero lo cierto es que vivimos en una sociedad ‘viejuna’ que secciona al milímetro qué actitudes, conductas, juegos o deportes son propias de las chicas y cuáles de los chicos. Ellos fuertes y valientes, intrépidos, exploradores, independientes… Ellas guapas, arregladas, obedientes, femeninas…
"María, si juegas con los chicos al fútbol, te llamarán marimacho". Un mensaje claro y directo, de una madre cualquiera, treintañera y muy moderna.

Cuando una niña escucha por primera vez el clásico: "¡Javier, corres como una chica!", no consigue entender la burla, porque ella sabe que corre igual que Javier, y que David, y que Carlos. Más adelante el mundo que la rodea le hará entender que correr como una chica es hacerlo mal, es no saber, es no poder. Es sencillamente hacerla de menos, a ella y a todas.

Quizá piensen que no es importante, que son comentarios o casi bromas, pero lo cierto es que desincentivar a una niña para que practique algún tipo de deporte, juego o actividad simplemente porque es "de chicos", puede determinar que en el futuro no elija cierta carrera o no aspire a algunos trabajos.

Cambiemos el debate, da igual si se visten de princesas o no, luchemos porque ellas tengan las mismas oportunidades que ellos, que amplíen sus aspiraciones, y que se sientan capaces, simplemente porque lo son.

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros.
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