29/09/2015
 Actualizado a 15/09/2019
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Por fin ha pasado ya el esperado 27 de septiembre y por lo que se ve España no se ha roto, por mucho que algunos lo intenten. Lo que no significa que no nos encontremos con enormes fracturas difíciles de reparar. No es nuestra intención repetir ahora lo que otros comentaristas están diciendo a propósito del resultado de las recientes elecciones mal llamadas plebiscitarias. Tan sólo deseamos contar un par de anécdotas.

Me contaba un amigo que en cierta ocasión estaba tomando con otros unos refrescos en la terraza de un bar de Barcelona. Cuando le pidió la cuenta, en castellano, el camarero le respondió en catalán. Tras decirle que no entendía, volvió a oír la misma respuesta. En realidad había entendido perfectamente qué cantidad tenía pagar, pero, intencionadamente, le dio de menos. Como era de esperar, finalmente el camarero respondió en castellano.

La otra anécdota transcurrió en el entorno de las cuevas de Valporquero, donde me encontraba con mi familia. Cuando entrábamos en la cueva, estaba detrás de nosotros un grupo de catalanes que no paraban de hablar, bien alto para que se les oyera, en catalán. Es posible que lo hicieran con la misma naturalidad y espontaneidad con que un gallego habla en gallego, aunque daba la impresión de que también lo hacían como para manifestar que eran diferentes a nosotros. Instintivamente me dirigí a uno de mis hermanos, recitando en griego una fábula de Esopo, como si estuviera hablando con él. El párrafo era el siguiente: «O mizos deloi oti to kamatos zesauros tois anzropois estin», que significa: «la fábula enseña que el trabajo es un tesoro para el hombre». Mi hermano, que entendió la jugada, me respondió con otro fragmente de una fábula griega y me respondió: «omfakes eisin», que es la respuesta de la zorra de la fábula, que no podía alcanzar las uvas, y dijo «están verdes».

Intrigados los catalanes decían entre sí: «¿qué parla? ¿qué parla?». Y uno de ellos dirigiéndose a mi hermano le dijo: «Yo ser español, tú ¿qué hablar?» Mi hermano se encogió de hombros como que no entendía nada. Y a los dos nos dio un gran ataque de risa.
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