Yo lo que quiero es que llueva

01/07/2016
 Actualizado a 19/09/2019
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Esta semana, la actualidad nos arrastra y es inevitable el paso por la política nacional. Las votaciones del 26J han dejado clara la necesidad de pactos para llegar a un gobierno, como si esto fuera novedad después de los seis meses que nos han dado, lo poco que ha cambiado desde diciembre es la cantidad de dinero gastado, el hastío del personal y la evidencia de que los posibles pactantes no parecen estar a la altura de las circunstancias.

La previsibilidad de Rajoy, el ganador, nos hace creer que las cosas no se moverán de manera significativa, eso sí, ni lo bueno ni lo malo. Tendremos la necesaria estabilidad y paz con Europa, forjada esta a base de obediencia, pero con su éxito validamos una corrupción, a todas luces, bien vista en España. La victoria en Valencia dice más que el simple recuento de votos.

La segunda opción, por historia, será Sánchez, quien no sabe donde tiene más enemigos, si fuera o dentro de casa –con 110 escaños se cargaron a Rubalcaba–. Unos pobres resultados le quitan fuerza en la negociación y un nuevo aire le entra en casa con la derrota de Susana Díaz en Andalucía. El será quien decida en qué sentido irá el país pero siempre como segundo y con la interinidad escrita en la cara (Madina, ¡cuánto te echamos de menos!).

Por otra parte está Rivera, rodeado de su fiel, de momento, ejercito de exUPyD. El que escribe, desde su visión parcial, que esto es opinión no información, le define con una frase atribuida a Marx, a Groucho no a Karl, que viene a decir que estos son mis principios, pero si no les gustan tengo otros, práctica esta habitual en los concursos de debates en los que tan bien se mueve.

Dejo para el postre a Iglesias, radical, antisistema, chavista,… menos guapo le han dicho de todo. Después de deglutir a Izquierda Unida, nadie le puede negar la capacidad de colocar a un partido nuevo como presidenciable en un tiempo récord. El futuro, en caso de llegar al poder, no parece cómodo, guerra con Europa y decisiones populistas sin respaldo económico.

Con estos mimbres, que cada uno haga su cesto. El mío sería de estabilidad, una gran coalición de los partidos históricos que asiente la débil recuperación económica y penalice la corrupción. La historia reciente de nuestro país no nos ha enseñado como hacerlo, con lo que seriamos autodidactas y no hay que olvidar que un autodidacta siempre tiene a un ignorante por maestro.

Al final, como le decía el Sr. Cayo al militante socialista haciendo campaña, «yo lo que quiero es que llueva en mis tierras».
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