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Yo, garrapata

17/07/2022
 Actualizado a 17/07/2022
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En la prensa libre hay que dar voz a todo el mundo, por eso me han concedido este espacio. La otra opción era que me dedicasen una novela en plan ‘Yo, Claudio’, pero dicen que esa era una empresa demasiado ambiciosa que no me merezco, despreciable ser. Me comprometo a no enmascarar la realidad, no me faltará franqueza. Sabrán ustedes a qué atenerse. Yo, garrapata soy habitualmente capaz de lo peor y jamás de lo mejor.

Yo era una garrapata solitaria. Vivía tranquilamente sin molestar a nadie y un poco asustada, temiendo que en cuanto me pronunciase o levantase la voz me iban a fulminar. Pero entonces una prima mía se puso a tener crías ahí en La Lastra y aquí estamos, que somos legión y nos hemos hecho fuertes. Hemos plagado el alfoz de León, los pueblos los tenemos bien poblados como solemos y gozamos de una buena delegación en Asturias.

Con el calor, en el campo siempre hemos disfrutado de una importante presencia. A los perros los tenemos acogotados de toda la vida. Parasitábamos a alguno casi cada día, de aquellos a los que no les hubiesen puesto la pipeta a tiempo. Pero este año estamos obligadas a atacar a los medicados también, porque somos tantas que corremos el riesgo de quedarnos sin hogar y morir en la puta rue sin haber probado anfitrión. Como dicen las más reivindicativas de entre nosotras, no hay pan para tanto chorizo.

Peligrosas, denostadas, nada que ver con los inofensivos piojos, esas somos nosotras. Nada difíciles de identificar, por otro lado. Parecemos mariquitas un poco aplastadas, como abolladas, en colores desde el verduzco moho al granate clarete. Hay humanoides que nos tienen caladas y en cuanto comenzamos la mudanza a su residencia nos intentan arrancar con las propias uñas. Craso error. De arrancarnos debe hacerse con pinzas y lentamente, para que no potemos bajo la dermis de ustedes y les provoquemos infecciones jodidas como la de aquella mujer a la que una caudillo nuestra le intoxicó todos los fluidos haciéndole tanta pupa que le fastidió la vida. Por eso reconozco que merecemos ser aplastadas con un mortero sucio de ajo.

Otra cosa es que si a las cucarachas (con lo feas que son) les hicieron una canción, nosotras nos hayamos ganado esta dominical aparición.
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