Yeguas con carrera

En estas fechas tan entrañables (si tenemos en cuenta que la Navidad es entrañable porque El Cortingles y el Continente y Todos Esos hacen caja, septiembre también lo es porque a los libros de texto y a los pizarrines les debe poner el precio el mismo que fijaba las dietas de las Tarjetas Black); decía, y vuelvo al suco, que en estas fechas tan entrañables nos acordamos mucho de los maestros y los alumnos;que ya decía don Cenutrio, dios ampare a su padre, «tú hazle caso al maestro aunque sea un burro, que es el caso, pero es el maestro».

Siempre me acuerdo de Benigno el de Montrondo y los maestros de la ciruela y la manzana, porque era en lo que les pagaban; y de Isacio y los maestros de portalada, que comían de casa en casa; y de Tuto que decía de Don Primo, que era un maestro de primeras letras que «soletreaba muy bien»...

Y tantos, pero lo que me impresiona es el compromiso con la enseñanza de algunos, como Julito, El Rebeco de Piedrafita, que cuando se pronuncia su nombre hay que añadir «¡¡¡ay madre, ay madre!!!», que es la frase con la que él empieza todas las frases, que no me diréis que es mala, al menos para empezar.

Pues El Rebeco tuvo un año todas las yeguas metidas en la escuela de Piedrafita, aprovechando que le habían puesto tejado para convertirla en Centro de Interpretación del Viento que Viene del Valle de Aller, y cuando empezaron a llegar más habitantes pues que no les pareció bien que las yeguas fueran a la escuela. Y las fue echando monte abajo y monte abajo, que llegaron hasta los prados de la Universidad. Y ahí echaron unos cuantos meses en el debate de si serán de Biológicas, si de Veterinaria, si habrán venido a operarse y están haciendo el preoperatorio... El caso es que ya saludaban a los alumnos y hasta a los catedráticos, hasta que repararon que habría que preguntar qué hacían allí. Ay madre, ay madre.

- ¿Estas yeguas son suyas?

- Sí señor.

- ¿Y qué hacen aquí?

- Digo yo que si ya acabaron la Escuela tendrán que ir a la Universidad.