16/07/2021
 Actualizado a 16/07/2021
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De siempre, y en mi caso eso se refiere a, más o menos, sesenta años, Cataluña era lo más avanzado, en todos los sentidos. Era la región más industrializada, más europea, más moderna, más trabajadora, más… de todo. Vamos, que recuerdo tenía yo algo así como catorce años, y al pueblo donde veraneaba (por aquellos entonces ni Benidorm existía) habían llegado unos catalanes, qué barbaridad, que acontecimiento, que las hijas, que tendrían quince o diez y seis, ¡iban en pantalón corto! ¡qué modernas!, y andábamos todos revolucionados.

En fin, que, sin duda nos llevaban años de ventaja al resto del país, ventaja admitida y admirada por lo que suponía de avance y espejo en el que mirarse, con cierta envidia, por cierto. Cataluña, y sobre todoBarcelona, era el faro del España. Todos lo aceptábamos.

Pero era así, aun cuando una gran parte se había forjado con permanentes ventajas y privilegios que empezaban en el siglo XIX y seguían con Franco y sin Franco.

Iba de suyo que cualquier industria, cualquier avance en servicios, cualquier comercio o actividad muy probablemente empezaba en Cataluña. Cuando tú ibas, ellos ya venían. Y si había alguna discrepancia con ellos se llegaba fácil a un acuerdo: se ponía en pesetas y enseguida se podía arreglar.

En cuanto eso de hablar catalán, pues sí, se hablaba, pero era cosa de la gente baja, de zonas agrícolas. La burguesía catalana no lo practicaba demasiado, y quien lo hacía era más bien como cosa cultural y poco más.

La Constitución plantó una semilla diferenciadora para vascos y catalanes que, quizás con buenas intenciones y para dar gusto y apaciguar los ánimos, terminó generando, ya casi desde el principio, lo que hoy vivimos. También con la inestimable ayuda de una ley electoral, que todos critican pero que nadie toca, que sirve para, continuamente, arañar más y más privilegios.

Cataluña votó la constitución masivamente (más que nadie) como muestra de agradecimiento por reconocerles esa diferencia que tanto anhelaban, aunque no los vascos a los que les pareció poco.En fin.

A partir de eso, lo de las autonomías, para Cataluña, se convirtió en una pelea para que en realidad se tratara de las ‘Autonosuyas’, pues mientras por un lado ellos se cubrían de autogobierno, el resto de las comunidades, antes regiones, también buscaban su hueco. Y hasta lo conseguían: Barcelona ya no era el puerto de España, sino Valencia, Barcelona ya no era el punto de la industria y el comercio, sino Madrid.

Y eso no se podía consentir. Se les estaba quitando el pan y la sal. «Espanya ens roba». NO, España no roba, es que en todas partes cuecen habas y a todos nos gusta tener más y ser mejores. Es más: la verdad es que «Catalonia ens roba».

Acostumbrados como estaban a que todo se les diera por añadidura, no podía ser que otros se llevaran al menos parte del botín.

Y así se fue gestando el proceso en que ahora estamos, que llegó a su cúspide con el 1-O y que continúa en el presente, obteniendo nuevas prebendas y privilegios que nunca son suficientes, amén de una sensación de que, para ellos, todo vale, porque aunque se les den palos judiciales u órdenes expresas, directamente se lo pasan por el Arco de San Juan (que está en la ciudad Condal en el parque del mismo nombre), o se les busca disculpa para mirar a otro lado.

Se les indulta y, al menos de palabra, no han bajado ni un ápice su discurso. Todo sigue igual.

No, igual no, todo sigue el camino de aumentar los privilegios, que privilegios han sido siempre, y son ahora.

Resulta que se multa a unos políticos por usar dinero público para menesteres independentistas, y… se paga con dinero público y el Gobierno mira hacia Tokyo (o aún más lejos). ¡Toma yá! La cuadratura del círculo.

Se plantea ahora dar ayudas fiscales a las empresas que se fueron de Cataluña para que vuelvan, (aunque ese no es el verdadero problema). Digo yo: ¿se ha planteado alguna vez lo mismo para que las empresas que en León estaban y no están, que son bastantes más de las que creemos, para que vuelvan a madre? Desde luego que no, pero que tonterías decimos.

Y más y más, buscando el camino de ‘acomodar’ Cataluña en España, en principio hacia el ‘estado confederal’, asimétrico tal y como Maragall decía ya hace lustros, por supuesto, que siempre ha habido ricos y pobres y no nos vamos a mezclar.

Aunque, en verdad, de lo que se trata no es del convertirse en un país independiente, con todas las de la ley, sino de ser ‘estado libre asociado’, una tesis querida y ocultada por ellos y que en su día se le escapó a Artur Mas: «no, si con España nos vamos a llevar muy bien». Y tanto, si nos dejamos.

El objetivo sigue siendo el mismo y cada vez más cerca. Si alguien lo recuerda, el 17 de noviembre de 2017 (que ya ha llovido), y en esta misma columna y con esta misma ilustración, ya expuse de que se trata: me independizo, me olvido de la dependencia jurídica, política y social de España, no me afectan ni sus leyes, ni sus decisiones ni tengo ningún compromiso de compensación social, pero, eso sí, me quedo con la relación comercial de manera que mi mayor y mejor campo para vender (España) sigue siendo como si no me separara, además de asegurarme el trato con Europa como si fuera la propia España, evitando la posibilidad de que no me acepten y vaya a convertirme en país tercero, con lo duro que puede ser eso.O sea, lo ancho para mí y lo estrecho para los demás. Eso, si: seguiremos siendo muy, pero que muy, amigos.

Y no olvidemos el Pais Vasco, que, a la chita callando, sigue exactamente el mismo sistema.

Y hacia allá vamos, «poquito a poquito, callandito amor», que decía el poema.

¡Ya vale, hombre, ya vale!
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