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Ya somos mayorinos

17/01/2018
 Actualizado a 15/09/2019
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Recuerdo a mi abuelo con un escobajo hecho de urces barriendo la acera de delante de su casa y con la regadera, hecha con una lata de aceite para coche, al igual que el recogedor, salpicando el suelo con agua para no levantar polvo. Así era antes, cada vecino barría la parte de su fachada y todo estaba limpio. Aquel barrer, más que una ocupación, era un comportamiento cívico. Después, a la par que iba avanzando la consolidación de la democracia y el Estado de bienestar, tan bello deber, el de mantener limpia la puerta de tu casa, fue transferido a los barrenderos o empleados municipales, que barren y limpian como profesionales.

El problema surge cuando, por algún motivo, justificado o no, el barrendero no pasa un día por la calle. Nadie recoge, nadie barre, ni siquiera la mierda de delante de su casa, se ha atrofiado nuestra capacidad para limpiar y seguramente ni siquiera tengamos un escobajo en el zaguán.

Este Estado de bienestar, de todos los derechos y un sinfín de servicios y comodidades, ha traído consigo, como derivada, la infantilización del pueblo, de los vecinos y nos ha vuelto un tanto inútiles. El poder político se ha vuelto paternalista, algo que puede estar bien en una monarquía ilustrada, pero nunca en un régimen democrático. Nos avisan de que no salgamos a correr un 20 de julio a las cuatro de la tarde, cuando hace la calor y que bebamos agua. Nos aconsejan, como buena madre, que nos abriguemos bien para salir de casa en las mañanas heladas del primer enero. Y si un día se le olvida hacernos algunas de estas recomendaciones, tan apollardados estamos ya, que no sabemos reaccionar, ni actuar en consecuencia y según exijan las circunstancias.

Tal les ha debido ocurrir a esos cuatro que subieron con un coche 4x4 al Agliru, cuando estaba pronosticado el temporal. Subieron sin ropa adecuada y en playeros. Ningún problema, cuando las cosas se complicaron llamaron al 112 para que fueran a rescatarles. Con lo que no contaban era con que el jefe de zona les respondiera a su reclamo: «Ya somos mayorinos para saber lo que hacemos».

Hoy, San Antón, felicito a todos los animales, de los que tanto podríamos aprender.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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