Aquel «no se vale abarrenar» que tanto juego nos dio en nuestra infancia parece que ha sido abolido, la vida le ha pasado por encima, se trata de ganar.
Cuando al que llegaba el último le tocaba la penosa obligación de ponerse de portero su única defensa era el «bueno, pero no se vale abarrenar». Y hasta se introducía este concepto en las normas del juego.
Se podía discutir largo y tendido sobre la posibilidad de que debería anularse el gol porque «abarrenó» y se había quedado en que no valía. Podía debatirse largo y tendido, como si fue dentro o fuera aquel balón.
¿Dentro o fuera de qué? Pues de un poste imaginario que subía en linea recta desde la piedra que habíamos colocado como portería hasta la altura que se creía conveniente, en base a la altura del portero. Y siempre se llegaba a una solución de consenso en base a las normas de buena convivencia. «No se vale porque el portero es más pequeño que nosotros», se supone que en edad, dignidad y gobierno.
Abarrenar era, pues, sinónimo de abusar. Lo que no se podía era abusar.
Pero se han abolido. Ahora vivimos en el lado contrario. No sólo es que sí se valga abarrenar, es que es obligatorio, incluso abusar, si se puede ganar por veinte no se debe andar con pijadinas de poca índole, lo importante ya es ganar.
Y cada cual que se arregle como pueda. Si ves que te dan en los morros pues los proteges cómo si te fueras a enfrentar a un Thyson de cualquier deporte, que a muchos cuando los ves es lo primero que te viene a la cabeza ¿Os acordáis de aquel islandés del Ademar? Como para no protegerse los morros.
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