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Ya podemos prepararnos...

27/04/2020
 Actualizado a 27/04/2020
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Esta vez la sacudida nos mueve a todos, al campo, a las ciudades, ricos, pobres, sabios, necios y a todas las generaciones, aunque se ceba con los más mayores y los más débiles, en las residencias y en los recortes. Hemos visto tractores sulfatando pueblos y nos hemos perdido el reventón de la primavera. Mientras la astenia trataba de reclamar lo que podría estarle arrebatando el confinamiento, la vitalidad se disparaba en cualquier ser vivo liberado de la humanidad, sin la bota en el cuello. La fauna silvestre por las ciudades —que han dejado de toser, según las estaciones climáticas— y brotes para un año excepcional hasta en el secano. Da que pensar.

Una peste de esas de las que creíamos que ya nos habíamos librado galopa por el mundo sobre un caballo desbocado que entre todos ensillamos y que nadie sabe como devolver a la pradera de la que lo sacamos. El mundo bajo llave y los pastos, el cereal, los montes con un vigor que extraña tras haber registrado esta provincia en menos de seis años riadas históricas, sequías extremas, tormentas y granizos recurrentes, brutales heladas tardías, nevadonas o incendios descomunales. Parece que es dejar de pisar los caminos y se drena toda aquella agua, las nubes respetan, las plagas —por el momento— no entran, las alimañas crían, la chispa no prende y, en general, el medio ambiente recobra su salud. Es perverso.

Si todo esto es un conflicto entre las fuerzas más primitivas, que nos sobrepasan ampliamente, visto lo visto, ya podemos prepararnos ¿Los dioses y la técnica? Parece que les hemos cambiado las sillas. Pedimos a unos lo que solo pueden proveer los otros. Para explicar los fracasos culpamos a los cielos, para encontrar soluciones insistimos en retar a nuestro ingenio sin saber dónde está el límite.

Que llegue pronto la vacuna que descabalgue al jinete y que no pasen siglos hasta encontrar el valor para devolver al caballo a la pradera.
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