Maximino Cañón 2

...Y se inauguró un cine nuevo

20/09/2022
 Actualizado a 20/09/2022
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No sé cuanto se ha escrito sobre ese invento que nos completó la forma de divertirnos, ¡ y de qué manera! añadiendo a lo ya conocido, una pantalla que nos acercó a ese mundo que, aunque habíamos oído hablar de él, nunca lo habíamos visto. De que otra manera, si no, podíamos conocer las praderas del Oeste americano donde los admirados ‘gichos’ (denominación, que yo sepa, solo conocida en nuestro León), que con un par de revólveres y una placa de sheriff hacían frente a los malhechores que se acercaban a perturbar la paz, con unos güisquis encima, en las recién fundadas ciudades, atraídos por la fiebre del oro, luchando contra los malvados indios, (que de mayor supe que los indios eran los buenos y los malvados fueron los que casi los exterminaron). En la ingenuidad de la edad me llamaba la atención el que en muchas películas, sobre todo en las llamadas de serie B, es decir, con menos presupuesto y actores poco conocidos, que, cuando había enfrenamientos a tiros, muchas veces ni recargaban las armas. Otra cosa que me llamaba la atención, y que no me supieron explicar era cuando, estando el salón ( o saloon como ponía en los rótulos) al acabar la bebida, lanzaban el vaso vacío a la chimenea con lo que costaba cada uno, pensaba yo. Los cocodrilos, las serpientes del Amazonas, y así un largo etcétera de nuevas sensaciones, son las que pudimos apreciar en las pantallas de antaño. Yo no me acuerdo de cuándo fue la primera vez que fui al cine, pero de lo que sí me acuerdo es de la primera película que se proyectó con motivo de la esperada inauguración del Teatro-cine Trianón, propiedad de Octavio Canseco, con casi 1300 localidades. La película que proyectaba era ‘El Halcón del desierto’, dirigida por Frederck De Cordova en el año 1950 e interpretada por la bella actriz de la época, Ivonne De Carlo, y el no menos galán en sus comienzos Rock Hudson, como personajes con mayor proyección de futuro. La construcción del teatro Trianón supuso una apuesta por el séptimo arte y el teatro. Allí se implantó también la llamada sesión continua en la que se proyectaban dos películas desde las cinco de la tarde hasta, creo, las doce de la noche y todo ello sentados en unas butacas que, que aunque de madera en el llamado general, era lo que mejor conocíamos, en comparación con a lo estábamos acostumbrados. Entonces la banda sonora la poníamos los espectadores al estar durante toda la película comiendo pipas, dejando una verdadera alfombra de cáscaras al abandonar la sala. Otro día comentaré más impresiones de las vividas por mí y a ver si se le da una salida digna a quien nos proporcionó sesiones inolvidables y que hoy, mi amigo Quique Aladro, podría pasar lista de los actores y actrices que nos mostraron sus caras, y no mucho más por razón de la censura del momento, y que hoy, por ser catalogado como un Bien de Interés Cultural (BIC), según creo, permanece a la espera de soluciones (digo yo). ¡Viva el Cine en pantalla grande!
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