Y nos tocó

Pues sí. Parece que todos en algún momento albergábamos el temor de que algo así iba a pasar. Y al final nos tocó. Y te recomiendan que te cuides, que tomes precauciones. ¿Precauciones? Si luchamos contra una fuerza irracional e imprevisible y la mejor forma de plantarle cara no es otra que nuestra propia libertad. Esa libertad que se manifiesta de la manera más tonta y natural: en tu casa, en tu manera de cantar en la ducha, en el paseo de los viernes por la tarde, en las carcajadas cuando oyes un chiste malo y en los bailes que te echas los sábados por la noche. Y en esos momentos en los que cada uno disfrutamos de la vida, por mucho que quieran, no pueden entrar. No siempre van a estar presentes. Así que aunque se llame terrorismo porque siembra el terror, no les vamos a dar el gusto.

El jueves desgraciadamente arrebataron su día a día a 13 personas que paseaban tranquilamente por Las Ramblas de Barcelona. Una calle que se cerró completamente cuando es una de las travesías más abiertas de una de las ciudades más cosmopolitas de España. Y con ella se cerraron las gargantas y los corazones de todo un país que contuvo el aliento. Yo misma dormía la siesta en mi casa, ajena a todo, cuando vi que tenía nueve llamadas perdidas de una de las personas que más quiero, que se encontraba en Barcelona.

Y sentí auténtico miedo, verdadero terror porque sabía que algo grave había ocurrido. Y eso estando a muchos kilómetros de distancia… No me puedo imaginar el sufrimiento de los que se encontraban allí. Pero como bien dice una amiga mía, llegará un día en el que el ‘amorismo’ supere al ‘terrorismo’, en el que todos los seres humanos nos miraremos a los ojos. Ese día está al caer, y entonces que se preparen.

Cierro con una frase de un texto de Enric González que me ha traspasado: «Han cerrado las Ramblas, han echado a todo el mundo, han vaciado los árboles de pájaros y flores. Tras el horror del crimen, ¿cómo imaginar cerrado el espacio más abierto del mundo?».