20/03/2019
 Actualizado a 16/09/2019
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No cunda el pánico. No les escribiré hoy sensiblero primaveral. Ando ya en un estado de mantenimiento en que, salvo metáfora, he de alejarme de almíbares. Además, de desear ponerme primaveral no hablaría de mañana, sino de hoy, pues según afirman las exactas ciencias esta comenzará hoy miércoles, 20, a las 22:58 horas. ¡Ay primavera!, que ya tan solo astenias y alergias me sublevas (ahórrense las lástimas, que casi es exageración. Comparativas con la prehistoria, vamos. ¿A quién se le ocurre caer en tales comparanzas?).

No, hoy con motivo de la celebración mañana del Día mundial (que no internacional) de la Poesía, quisiera escribirles de esas balsámicas luces que son tantos y tantos poemas, tantos y tantos versos que nos arman para vencer los días y horas del vivir con tan solo grabar sus instantes de araño o caricia en lo mejor de uno mismo y, cómo no, de los vates que desde su íntima soledad nos los hacen llegar. Por encargo de los dioses, dicen.

Bien es cierto que hoy en día, como ya escribiera en 1945 nuestro Ricardo Gullón al escribir de Ildefonso Manuel Gil: «Si para valorar un determinado instante en la evolución de nuestra poesía nos atuviéramos a la cantidad de poetas presuntos, y aún debidamente patentados, a la sazón circulantes, nadie se atrevería a insinuar reparos al desbordamiento lírico presente».

Mas no será este «incurable aprendiz de escribidor» –incluso de renglones cortos–, a cuyo juicio crítico no permito más que administrar sus gustos y emociones, quien se ponga a expedir credenciales de juglar y, más, si también tiene presente a don Ricardo cuando, en el mismo texto, afirma: «Al artista esto le importa poco. Sigue su camino indiferente al común bullicio a los ajenos extravíos…».

La verdad es que si no fuera por Poetas (así con mayúscula) que conocí o conozco y reconozco, afirmaría que prefiero la Poesía a muchas de las personas que se dicen tales y que, en demasía, tienden a ser sobradamente humanos o así como apartados en exceso de los bondadosos mensajes que las divinidades les propician allegarnos. Cuantas veces, así, hubiese preferido creer algunos versos anónimos o de ignota autoría. Mas así son mundo y vida y en mundo y vida estamos.

Qué don por ello para el propio aire en que vuelo encontrar en Ildefonso Manuel Gil este «Busqué siempre en mis versos/ un humano temblor, aunque sabía/ que los mármoles tersos,/ pura geometría,/ resisten más el peso de los días». Qué don para hoy y mañana también.

Buena semana hagamos, buena semana tengamos.
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