10/01/2017
 Actualizado a 16/09/2019
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Que nadie se asuste. Hasta dentro de un año no volverá a ser Navidad. Que se tranquilicen aquellos que ahora intentan perder los kilos de más que acumularon con ocasión de estas fiestas. Que no se impacienten los que dejaron la cartera temblando y ahora se enfrentan con la cuesta de enero autoimponiéndose la política doméstica de recortes. Que no se preocupen por tener que refrescar de nuevo la memoria para ver a quien enviar el correspondiente WhatsApp de felicitación navideña. El tiempo de Navidad ya ha quedado atrás.

Ahora bien, la pregunta que ahora nos hacemos es si hemos celebrado auténticamente la Navidad y, en caso negativo, si no deberíamos retomar mañana mismo dicha auténtica celebración. Partimos del convencimiento de que la primera Navidad sucedió para que el mundo cambiara. De hecho el acontecimiento del nacimiento de Jesús ha dividido la historia en dos partes: antes de Cristo y después de Cristo. A partir de ese momento surge una nueva forma de entender a Dios, mucho más cercano, y también una nueva manera de entender al hombre y las relaciones humanas. En honor a la verdad es preciso decir que el cambio ha sido impresionante, si bien aun queda mucho que cambiar e incluso podemos hablar de un creciente retroceso.

Sin duda los países más influenciados por el cristianismo, a pesar de todos los fallos y lagunas, han sido todo un ejemplo de tomar en serio valores que en otras partes del mundo brillan por su ausencia: respeto a la libertad, a la dignidad de la persona, a los derechos humanos, a la justicia social, a la valoración de la mujer, a la misericordia.... No se ha conseguido todo de la noche a la mañana, sino que se trata de un largo proceso de maduración, pero cuya semilla es sin duda alguna la persona y el mensaje de Jesús. Digamos que la fe y la unión con aquel que un día nació en Belén ha dado sus frutos. Ciertamente durante muchos siglos se ha tomado en serio el sentido religioso de la Navidad, así como el sentido religioso del domingo y de la vida en general. También el amor al prójimo. Por eso en la medida en que eso se olvide la sociedad irá retrocediendo, de tal manera que valores que durantesiglos se practicaron con naturalidad, al perder la raíz cristiana que los alimentaba, se irán perdiendo. Ahora bien, otros vendrán que nos impondrán, incluso por la fuerza, otro tipo de creencias y de formas de entender la vida. De ahí la urgencia de que mañana y cada día vuelva ser Navidad, aunque ya no haya cava ni turrón.
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