¿Y los cuervos cuándo pasan?

28/02/2019
 Actualizado a 13/09/2019
28-02-2019-a-la-contra.jpg
28-02-2019-a-la-contra.jpg
Hay nombres que nacen malditos, y no me refiero a los que ponía aquel cura de Cubillas de Rueda que dejaba a los guajes crucificados de por vida, (allí Fulgencio sería algo así como Manolo o José).

Me refiero a genéricos que lo único malo que tienen es el propio nombre, pero ¡vaya nombre! Los dos más clásicos son el burro y el gocho, al que no mejora nada la variante frecuente de cerdo. Y mira que el burro zamorano es especie protegida y del cerdo no se hablan más que bondades, hasta de los andares. Pero con esos nombres tienen menos futuro que un manco en campaña electoral, que no puede abrazar.

Y otro que no tuvo mucha suerte con el nombre es el grajo. Oel cuervo. Que no es lo mismo, como bien sabe Yuma, que le trajo de una cueva perdida decenas de grajos para la película ‘El Filandón’, de Chema Sarmiento, y cuando los fueron a sacar eran cuervos, y tuvo que pintarles el pico uno por uno.

Pero ya sea grajo o sea cuervo tampoco son de los favorecidos por el cariño popular. Ni siquiera por el municipal, que ahí lo tiene esperando sin poder moverse porque las señales le dejan bien claro que es zona de paso de peatones. Parece Paco Martínez Soria en ‘La ciudad no es para mí’ gritando desde debajo de la boina en un semáforo: «¿Y cuándo pasan los de mi pueblo?».

Cuentan, maledicencias me temo, que una de las causas por las que los curas decidieron quitarse la sotana fue para que los paisanos poco partidarios dejaran de llamarlos cuervos, pero esto no está tan documentado como los grajos de Yuma.

Lo que sí es evidente es que los cazadores cuando vuelven sin ninguna perdiz en el gancho le meten cartucho a cualquier grajo que encuentran.
Lo más leído