25/10/2019
 Actualizado a 25/10/2019
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Como decía Don Hilarión, el boticario más boticario de todos los tiempos, en la zarzuela ‘la Verbena de la Paloma’, hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad.

Cuando eso sucedía, que era en 1894, las calles tenían, si tenían, luz de gas. Luego vino la electricidad, las bombillas de filamento, los fluorescentes, los halógenos, las de sodio, las de bajo consumo y ahora las LED que dicen consumen menos, duran más y no contaminan.

Y como hay que estar al día, así, sin avisar, nos han cambiado, mejor, nos están cambiando, toda la iluminación de la ciudad, siguiendo la directiva europea, incluso mundial, de consumo, polución lumínica y varias cosas más.

Tengo que reconocer que mi primera noticia fue, al mirar por la ventana un día, mejor dicho una noche,y ver las calle, evidentemente desde arriba.

¡Oh sorpresa! Pero si me han dado el cambiazo con la iluminación. Más exactamente, la impresión fue que habían bajado la intensidad, entre otras cosas porque, mientras antes veía toda la calle, y cuando digo toda la calle era TODA, desde la calzada hasta la última planta de los edificios, ya no era así:desde la posición de la luminaria, más o menos desde la primera planta para arriba, el edificio se perdía en la oscuridad. Eso antes no pasaba.

Una sensación extraña, como de mala iluminación, como si estuviera en una calle del extrarradio de hace un montón de años.

Un par de días después el periódico dice que es una operación de un montón de millones, a diez años vista, para actualizar la iluminación y con la vista puesta en el ahorro y mejora, además del cumplimiento de la normativa europea al efecto. Vale, ya empezamos con que Europa nos dice cuanta luz hemos de tener, Europa que vive en permanente ‘media luz’ como en el tango, a nosotros, que si algo tenemos es luz y bien de envidia les damos, que no me extraña que vengan corriendo para acá dejando sus paises umbríos, eso sin hablar de los nórdicos, que en una buena parte del año ni siquiera les amanece.

Pero como no se puede hablar sin saber, me puse a preguntar, dispuesto a desempolvar las cosas que tuve que estudiar sobre luminotecnia (allá por el pleistoceno, tanto tiempo hace ya).

Para empezar, en efecto esa normativa existe (y es de obligado cumplimiento), desde hace más o menos diez años, y lo que plantea es, además de un consumo razonable, tecnificar la iluminación, iluminando lo que hay que iluminar y no todo el mundo mundial como hasta ahora, con equipos que tanto emiten hacia abajo como hacia arriba, metiéndole la luz de la lámpara al dormitorio del vecino del primero durante toda la noche.

También iluminando de manera más uniforme, con una luz ambiental de mismo nivel en todo el espacio de uso, sin concentraciones excesivas, esas que tanto se notan cuando vas en tren o en coche con el guiño de luz y sombra según vas pasando farolas.

Igualmente se fijan unos niveles de luxes (lux no es ningún palabro, sino la unidad de medida de iluminación, que al menos de eso me acuerdo de aquellos estudios de luminotecnia), variables según las condiciones de las calles, por anchura, tráfico, incluso para situaciones puntuales de festividades.

Bastante arroz para ser digerido de un golpe.

Pero como el movimiento se demuestra andando, allá que me fui a dar una vuelta y comprobar qué había de cierto.

Y, efectivamente, la iluminación a nivel de calle es, desde luego, más uniforme, aceptablemente suficiente, incluso en calles de poca vida (que hay muchas), y las luminarias, cuando las miras directamente, no deslumbran tanto.

Y al vecino del primero ya no se le da con el haz de luz en la cocorota.

En algunos casos se ha cambiado la luminaria completa y en otros, manteniendo la instalación existente (probablemente porque aún no hay lámparas para todo lo existente, que es mucho), se ha acoplado la lámpara a la luminaria de esa manera tan latina de adaptarse a lo que haya de la mejor manera posible, que para eso tenemos mucha imaginación.

Es verdad que la sensación, así, sin más, es diferente, y se puede entender incluso negativa. No es fácil cambiar sin previo aviso nuestra percepción del entorno, sobre todo porque, en lo que es la noche, enseguida nos aparece la inseguridad y el miedo.

Aceptando el sistema, sí que hay que reprochar, a quien corresponda, la poca información o preparación para el cambio, entre otras cosas, porque, además de ser un cambio radical, lo es total, no para esta o aquella calle. Sin contar que, dados estos tiempos que vivimos, enseguida aparece la sombra de la duda y la sospecha.

En definitiva, que, sí o sí, tenemos que cambiar nuestras costumbres porque «hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad». Aunque nos cueste. Mientras sea para bien…
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