17/09/2017
 Actualizado a 07/09/2019
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La Dama que representa el ideal de la Justicia tiene como atributos una venda que le cubre los ojos, porque no ve la identidad de los contendientes, una balanza, que simboliza la equidad, y una espada de doble filo, que significa su capacidad de imponerse a hierro sobre cualquiera de las partes.

Nuestra Justicia descansa sobre la Constitución, que con todos sus defectos nos hace a todos los españoles libres e iguales, y titulares de la soberanía nacional. Pero hace tiempo que perdió la espada. De nada sirve que establezca que todos tenemos el deber de conocer el español y el derecho a usarlo si unos padres no pueden impedir que se imponga otra lengua a sus hijos en las escuelas. De nada sirve la consagrada igualdad si un neurocirujano no puede extirpar tumores cerebrales en una esquina de España porque no sabe catalán, o si un profesional o funcionario, en cualquier ámbito, se ve obligado a ocultar que no es nacionalista para poder promocionar o sencillamente subsistir. Y esto se ha tolerado en España durante los últimos cuarenta años por simple interés de nuestros representantes.

Ahora, frente a la Dama de la Justicia, se alzan otras damas que no quieren venda ni balanza. Marta Ferrusola, la mamma de la famiglia Pujol, propietaria de numerosas empresas que se lucraron de la Generalidad, por ejemplo vendiendo flores y céspedes por toda Cataluña, y que tuvo la jeta de declarar ante el Parlamento catalán que no tenía ni cinco. O Anna Gabriel, la desarrapada diputada que se huele el sobaco, propone tener hijos en grupo y que sean educados por la tribu, y pretende convertir Cataluña en la Venezuela de Europa. Ellas no tienen venda, ven perfectamente al catalán y al charnego y no los miran igual. Su balanza está trucada, los impuestos que pagan los catalanes pesan más que los de los demás, pero el dinero que reciben del Fondo de Financiación Autonómica, y que permite pagar las nóminas de una Generalidad arruinada, no pesan nada. Sin embargo, consideran que sí tienen la espada.

Y ahora, cuando pretenden alzarla contra los ciudadanos de media Cataluña y del resto de España, toca decidir, no a Rajoy ni a Pedro Sánchez o a Rivera, sino a quienes tenemos en nuestras manos la soberanía de España, de quién queremos que sea la espada. No seamos espectadores ni compartamos los temores y cobardías de políticos interesados, en la situación en la que estamos no se discute la venda ni la balanza, sólo la espada, y a este, que se apellida Corrons, le gustaría verla de nuevo en manos de la Justicia.
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