Y el perro coge la voluntad

23/03/2022
 Actualizado a 23/03/2022
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No son pocas las sorpresas, muchas veces muy agradables, que nos depara la calle cuando del mundo del arte, la música, los malabares o los mimos, entre otros, hablamos. Son los ‘herederos’ de los viejos titiriteros que se ganaban la vida de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, tipos entrañables cuya presencia tantas veces abre el desván de los recuerdos más agradables de aquellos tiempos en los que prácticamente eran los únicos que rompían la monotonía de los días en blanco, sin nada que llevarse de alimento en los mundos del ocio y el entretenimiento.

Hijos del número de la cabra, las compañías de comedias, feriantes y hasta trileros que animaban la calle, con el sonido de fondo de algún charlatán que con mucho arte trataba de venderte las pócimas más mágicas que imaginar puedes; productos que en su mano todo lo lavan y en las tuyas no tanto, será por ello culpa de tus manos torpes.

Estuvieron de moda después los bohemios que con una guitarra recorrían el mundo regalando canciones, también los pintores que con un lápiz te hacían un retrato en menos tiempo que tomabas un vino... Y ahora, de vez en cuando, encuentras en la calle el espectáculo más sorprendente, y cargado de arte, como la orquesta de marionetas que hace unos meses recorrió buena parte de las céntricas calles de la ciudad entre la admiración de los caminantes que veían cómo sonaba aquella orquesta, cómo atendían las instrucciones del director que lograba un sonido sin que nadie desafinara.

Increíble, era lo más repetido antes de, como corresponde a su admiración, dejarle unas monedas al plato que custodiaba otro de los miembros de la singular troupe y que no podía ser otro, el perro.
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