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Y, después de la manifestación, ¿qué?

18/12/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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El domingo se celebró en Ponferrada una gran manifestación, como un grito desesperado, por la agonía de este Bierzo que ha sido durante décadas fuente de enorme riqueza, y que ahora contempla con impotencia el declive con el derrumbamiento de dos grandes pilares como la minería y las centrales térmicas. Añádase a esto que el AVE haya decidido no volar por estas tierras. Pero no es cuestión solamente de lamentarse, sino también de hacer un serio examen de conciencia de por qué se ha llegado a esta situación.

Allá por la década de los noventa se hablaba de la reconversión minera. Expresión vacía de contenido si nos preguntamos qué hicieron algunos de los que ahora se lamentan. Reconvertir debería significar, como se hizo en Alemania, crear nuevas empresas y recolocar en ellas a los obreros. Nos alegramos por los que se han beneficiado de sus reconfortantes prejubilaciones, pero ya decíamos entonces que eso era un caramelo envenenado, pues hubiera sido mejor crear nuevos puestos de trabajo.

También podemos preguntarnos qué fue de los multimillonarios fondos Miner y de las subvenciones. Se supone que eran para crear nuevas empresas y no para construir polideportivos y columpios en los parques y repartirse amistosamente los dineros. Hace algún tiempo leíamos en la prensa el siguiente titular: «España ha enterrado 24.000 millones de euros en las cuencas mineras». Y ahora, ¿qué?

Cuando algunos tratábamos hace casi treinta años de abrir los ojos ante lo que se venía encima, recibimos duras críticas de políticos y sindicalistas y el acoso o intento de soborno de algún empresario sin escrúpulos. Nos queda como pobre consuelo saber que el tiempo nos está dando la razón.

Nos parece bien que ahora se manifieste la gente, pero ¿ante quién? ¿Quién puede sacarnos de la miseria? La respuesta es muy sencilla: personas emprendedoras dispuestas a crear puestos de trabajo y políticos que creen condiciones favorables. La sola protesta por sí misma no consigue nada que no sea un simple desahogo o una llamada de atención. Tampoco es posible ninguna reconversión industrial sin la reconversión de la mentalidad de las personas. Y ello se conjuga mal con el populismo y la demagogia. Nos vienen ahora aquellas grandes manifestaciones a León y a Madrid, con una participación masiva y entusiasta, algunas de las cuales resultaron ser una auténtica tomadura de pelo. Ahora el contexto es diferente pero hemos de convencernos de que la manifestación solo puede ser un toque de salida.
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