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Y aquí no ha pasado nada

04/10/2020
 Actualizado a 04/10/2020
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Hablé con José Luis Garci justo antes de que empezase esta pesadilla, a finales de febrero, y me contó que lo que más le chocaba de esta época era «la sublimación de la mentira». Del director de ‘El crack’ se ríen los posmodernos con lo de que es un señor chapado a la antigua, cuando el hombre tiene más que calada a la posmodernidad: «Antes mentías y tenías un poco de cargo de conciencia. Te causaba un trauma. Ahora da igual, es que no hay ningún problema por mentir».

En el «antes» de Garci consultar las hemerotecas era un coñazo y comprobar una falacia requería tiempo y esfuerzo. Sin embargo, había un especial cuidado en que no te pillaran colando una bola. Un político aseguraba que jamás pactaría con tal partido y, en el caso de que finalmente lo hiciese, la turra general le acabaría llevando al retiro en su mansión a podar las hortensias. Actualmente se da la paradoja de que tenemos a mano las herramientas para desmontar los embustes de los demás, pero ello no ha hecho que se sea más cuidadoso con lo que se afirma; al contrario. Si hasta tu tío Avelino espatarrado en el sofá es capaz de hacer un «sistema de verificación de datos» de esos que dicen, con el móvil y en 30 segundos: «Pero qué dirás… Si el año pasado soltaste que nunca volverías a jugar en el Mirandés. Y mira ahora».

Basta mirar lo sucedido con la pandemia. Al principio hubo periodistas y políticos que se rieron de quienes llevaban mascarillas o intentaban protegerse de la enfermedad por otros medios. Era «sólo una gripe», decían. La gente está «exagerando», lamentaban. Las mascarillas «son más peligrosas que el virus», remataban. Luego, esas mismas personas han terminado atacando a quienes no llevan la mascarilla puesta o señalando que la culpa de todo es de los chavales, que hacen botellón y se pasan la ‘droga porro’.

En efecto, aunque seas el presidente, da igual tu palabra. O que en las redes sociales haya un porrón de declaraciones y vídeos que contradicen lo que hoy aseguras con total y rotunda certeza. Los tuyos te van a defender porque «mira lo que hacen los otros», y los otros te echarán en cara el ‘renuncio’ un par de veces y luego pasarán a otra cosa. Y tú podrás mirar para otro lado silbando o encogerte de hombros con una sonrisa. Como en aquel poema de Nicanor Parra en que contaba que se enamoró de una chola bajando el Machu Picchu, hasta el punto de plantearle abandonar a su mujer y a sus siete criaturas. Pero ella se rió de lo viejo que era y se fue corriendo, así que él siguió bajando: «Y aquí no ha pasado nada».
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