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Vuelven los godos

06/01/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Hace más de mil doscientos años, en la corte ovetense, unos cuantos asesores del rey y cortesanos varios pergeñaron una idea que hizo fortuna. El joven y precario reino asturiano debía ser el heredero legítimo de la antigua monarquía visigoda y, por ese motivo, tenía derecho a enfrentarse con al-Andalus para recuperar unas tierras que habían sido sustraídas a sus genuinos dueños. A tal operación se le aplicaría el nombre de Reconquista, pues se trataba de recobrar algo que era propio. Sin embargo, entonces se sabía, y los historiadores saben, que esa maniobra propagandística solo tenía justificación como herramienta de guerra. Tanta legitimidad como los musulmanes habían tenido los visigodos o los romanos para asentarse en Hispania. Sin embargo, aún hablamos de la ‘conquista’ romana y de la ‘invasión’ islámica, cuando precisamente esta última fue mucho menos sangrienta o conflictiva.

Setecientos años más tarde la vieja ocurrencia altomedieval quizás aún ocupaba algunas mentes de los implicados en la derrota del reino Nazarí de Granada. Pero a buen seguro que, tras siglos de convivencia y mutuo respeto, la mayoría de los contendientes sabrían que tras esa victoria solo se escondían, como en toda guerra, intereses y codicia. La mayoría, además, sería consciente de que ese conflicto no tenía a españoles a un lado y extraños al otro, sino que, si acaso fuera correcto usar esa denominación en aquel momento, había españoles a ambos lados del frente. Una tendencia común de los vencedores consiste en llamar de otra forma a quienes fueron derrotados despojándoles de su condición de compatriotas (moros, judíos, moriscos…).

Durante el siglo pasado, algunos de esos prejuicios ahistóricos, a esas alturas pura bazofia intelectual, se convirtieron en eje de un relato histórico oficial pergeñado por la dictadura para fomentar pompas y vanaglorias ajenas a la verdad que estimularan un orgullo tan ridículo como mendaz. El pasado miércoles, durante una fiesta añeja y carca denominada La Toma, que rememora la ocupación de Granada por los Reyes Católicos, el Partido Popular repartió miles de banderas españolas para ‘armar’ a unos españoles contra otros. Un uso partidista y sectario que, por cierto, no espolea la intervención de ninguna instancia judicial, como sí sucede cuando un chiste inocuo se abate sobre tan selectiva enseña. Parece ser que los ideólogos de ese partido, espoleados por el arbitrario y abusivo uso de la bandera de todos que hace su hijuela ultra, han decidido que la mejor manera de ganar votos es reconquistarlos, es decir, reñir con media España a golpe de asta legítima. Vuelve el medievo. Vuelven los godos. O quizás nunca se fueron y siempre han estado aquí, con sus banderitas y sus ínfulas de propietarios.
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