¡Votad, malditos!

27/04/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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Mañana votamos y yo todavía con la casa sin barrer, que suele decirse. El primer año que pude ejercer mi derecho al voto recuerdo que me dejé guiar por las opiniones que oía en mi casa y por lo que tradicionalmente siempre había votado mi familia. También es verdad que tampoco había mucho donde elegir. Vota azul o vota rojo. Pero en 2015, con una crisis galopante que nos azotó a todos –especialmente a los jóvenes que terminábamos la carrera con muchas pretensiones de comernos el mundo, pero que en muchos casos nos comimos otra cosa– se nos abrió el abanico de opciones y nos forzaron a reflexionar las cosas un poco más. Hoy ese escenario diverso se ha consolidado y la fragmentación política se ha agravado por la incapacidad de los viejos partidos de gestionar esta situación de crisis. Considero que la fragmentación es un fiel reflejo de la sociedad en la que vivimos, donde afortunadamente nos movemos en un clima de opiniones diferentes, maneras de vivir diferentes y respeto por el pensamiento de los demás. La existencia de muchos partidos implica un menú mucho más variado en el que elegir, algo que en primera instancia es favorecedor en términos democráticos. Pero por otro lado este exceso de demanda puede dificultar la decisión de voto entre tantos y tantos indecisos que seguramente siga habiendo a día de hoy. Sin olvidarnos de la irrupción de nuevas opciones mucho más radicales que se hacen hueco en este escenario y que, por supuesto, encuentran entre los más descontentos y con pocas ganas de «mirar más allá» sus votantes estrella. Discursos facilones, que apelan a los sentimientos y que no aportan nada nuevo. Sólo palmean opiniones que me resuenan desde la caverna y que, la verdad, me dan un poco de ‘miedito’. Igualmente, votar es muy necesario ahora mismo. Votar con cabeza, más aún. Especialmente si queremos combatir la falta de luces que demuestran algunos.
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