06/05/2020
 Actualizado a 06/05/2020
Guardar
Cuenta mi madre que la primera vez que me perdí en su pueblo aún no hablaba (aunque parezca mentira) y apenas andaba, pero aproveché la algarabía de la casa de los abuelos y me fui yo solo. El niño perdido no fue hallado en el templo, sino en el bar de al lado, iniciando así una trayectoria inmaculada de entrega total a unos sitios que tanto dan a todos, por más que algunos piensen, como dice Luis Cañón, que son lugares de perdición.

Después de empezar a conocer el bar de mi pueblo y el resto de los de la zona, pronto me hice asiduo a otros como el Carpier, Charro, Wetonia, Juber, Patio, La Tertulia e incluso Oxibisa o Amayuelas. Mi época de descontrol llegó con mi añorado Tum Tum, donde logré incluso estar lo que para otros sería una jornada laboral, ocho horas seguidas, pero también invertí muchas noches en el Daniels, Country, Calle Mayor, Pippers, Potemkim, Harley, Paniagua, Imprenta, Avalon, Atrio, Khandavia, La Reina, Garamond, Gatsby, La Hacienda, Niebla, Amadeus, Mesón, Dolce Vita, Centenera o Atahualpa. Seguro que hay más, pero ya no me acuerdo...

Después de trasnochar en otras ciudades y unos cuantos países, llegué a León y pronto descubrí que aquí tenía también mucho recorrido por hacer, y creo que no he perdido el tiempo durante los últimos años, descubriendo y admirando bares de todo tipo. Desde el Olvido hasta La Habana, pasando por la Trébede, El Gran Café, Cocina, Ribera, Keys, Cuatro Calles, Correo, Chelsea, Four Lions, Taxman, La Sal, Circus, Local, Carta Blanca, Purgatorio, Leonés, Bellas Artes, Punto, Luna 9, Clandestino, Brasil, Converso, Harley, Tienda, Korova, Gepetto, Pinocho, Cervantes, Llibla, La Pañería, Cordero, La Genuina, Plan B, Oriente Medio o Black Dog.

Volveré, que a nadie le quepa duda. No sé cuándo, pero volveré.
Lo más leído