Volver a Cabrera, volver a la cantera y luchar por la escuela

Marta Domínguez es una cabreiresa que emigró a Suiza y después de casi dos décadas regresó a Silván, se fue a trabajar a las canteras de la comarca y lucha cada año para que la escuela del pueblo no cierre sus puertas, busca familias que se asienten allí

Fulgencio Fernández
24/04/2022
 Actualizado a 24/04/2022
Marta Domínguez en el corral de su casa, un lugar donde la presencia de la pizarra es una constante, como en toda la Cabrera. | MAURICIO PEÑA
Marta Domínguez en el corral de su casa, un lugar donde la presencia de la pizarra es una constante, como en toda la Cabrera. | MAURICIO PEÑA
Marta Domínguez Corredera es puro entusiasmo por su tierra, su familia, el futuro… Ha regresado a su Cabrera natal, al barrio de Santiago de Silván, después de 18 años trabajando en Suiza en la hostelería y se incorporó sin dudarlo al trabajo que allí existe, las canteras de pizarra en Sigüeya.

- ¿No es duro ese trabajo?
- Duro no, lo siguiente, muy duro.
- ¿Qué trabajo haces?
- Sobre todo colocar piezas de pizarra en palés. Es duro, son piezas pesadas, levantan mucho polvo y en invierno hace bastante frío… Para el polvo tenemos buenas mascarillas, lo que llevo peor es el frío porque aunque trabajamos en una nave hace falta ventilación, hay huecos, se abre la trapa para que entren los camiones y demás y la cantera está a bastante altura.
- Habrá buenos sueldos…
- Uff, no. Se han estancado. Yo trabajé cuando era casi una niña, con 15 años, antes de marchar para Suiza y casi cobraba lo mismo que ahora. No hay comparación entre lo mucho que subió la vida y lo poco que han subido los sueldos.

Pese a ello, la principal preocupación de  Marta no es ésa, se ha implicado desde su regreso y de tener un hijo que ahora tiene diez años en el empeño de que la escuela del pueblo, el cole, no cierre sus puertas. «Cada año es un sinvivir, cada verano surge la amenaza del cierre, lo intentamos todo, buscar familias que quieran venir al pueblo ofreciéndoles trabajo en las canteras y que traigan hijos para la escuela… Hasta ahora vamos librando, pero siempre estamos en la cuerda floja pues, la verdad, la mayoría de las veces nos preguntan si no ‘regalamos’ nada porque leen noticias de otros ayuntamientos o pueblos que dan casa, ayudas económicas… aquí no ocurre y todo se complica».

Marta no ceja en el empeño. El año pasado acudió una familia marroquí y «realmente no pudieron con el frío, estuvieron  unos meses y decidieron irse.

Este año ha llegado otra familia, la de un español y su mujer, natural del Nepal, que trabaja en la cantera conmigo. A ver si se asientan aquí».

- ¿Sería grave que cerraran el colegio?
- Para nosotros, por ejemplo, sí. Si el niño tiene que ir a Puente de Domingo Flórez o Ponferrada nos tendríamos que ir con él, no puede andar el niño tantos kilómetros por estas carreteras… Tendríamos que hacer lo que tanta gente, irnos a vivir a otro lado y venir a trabajar a la cantera.

El niño, atento a la conversación, dice que no se quiere ir de Silván por nada del mundo, «tengo aquí mis amigos, los fines de semana vienen más… no me quiero ir».

Marta se confiesa feliz en su pueblo, al que regresó cansada   de la hostelería que, dice, «es muy difícil de aguantar muchos años» y aunque reconoce que también la cantera es dura «pero estoy en mi tierra, en mi ambiente, con mi gente» pues al regreso del extranjero, en 2006, se casó con otro cabreirés, José García, y tienen al chaval que no quiere irse de Silván. José también sabe lo que es la dureza de las canteras, de las que está jubilado por silicosis pero ocupa el día en las mil historias que le entretienen el día: Casetas de madera y pizarra para los animales, el huerto, las gallinas… «es muy manitas, siempre tiene algo que hacer».

Y haciendo cosas quedan. En cada rincón una caseta, flores que piden a la helada que pase de largo, gatos bajo la canasta de baloncesto y una esperanza... que regrese gente a su tierra, que vuelvan los niños a las calles.    
Lo más leído