"Vivimos entre berreas, sociales, intelectuales..."

‘CarloSolito’, antes Solito Trovador, presenta este viernes en el ILC (20 horas) su cuarto disco, ‘El ocaso de los ciervos’. El cantautor astorgano estará arropado por Javi Galán (clarinete) y Yago Cordero (guitarra)

Fulgencio Fernández
28/01/2022
 Actualizado a 28/01/2022
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CarloSolito, antes Solito Trovador y siempre Carlos Huerta, presenta este viernes en León (en la Sala Región del ILC, a las 20 horas) su último trabajo discográfico, su cuarto disco, acompañado por Javi Galán al clarinete y Yago Cordero a la guitarra. El disco se titula ‘El ocaso de los ciervos’ y en el mismo colaboran numerosos músicos: Marta Fierro, Luis Ángel González, Andrea Herrero, Gabi Silva, Lara Badal, Sergio García ‘Segis’, Enzo León, los ya citados Galán y Cordero y el asturiano Pablo Canto.

–Has titulado el trabajo ‘El ocaso de los ciervos’, que pide explicación.
–Vayamos por partes. El ciervo es un animal muy vinculado con el otoño y el otoño es una estación demasiado vinculada con la vida y con su muerte. La berrea ocurre en otoño, y la berrea es una expresión de la naturaleza y de la vida. De todo eso que como humanos llevamos enmascarando cultura tras cultura. Somos animales, como el ciervo. Vivimos entre berreas sociales, intelectuales, sociales...

–¿Y el ocaso?
–El ocaso sugiere, pero suele sugerir algo inquietante, y yo no lo concibo así. No es un ocaso de todo. Es un ocaso del día. Cuando más guapo se pone el cielo. Cuando salen los ciervos. ¿Y quienes son los ciervos? Para mí son los espíritus del bosque. En éste disco, los ciervos y las ciervas son la gente que lo ha hecho posible. Los músicos, las musas, los técnicos, los mecenas y la gente que apuesta por estas locuras, berreas cantautoriles, que supone sacar un disco independiente en los tiempos que corren. El ocaso es ahora, y los ciervos somos nosotros.

‘El ocaso de los ciervos’ es una catarsis que tardó solo un día en concebirse, dos meses en crearse y dos años en convertirse en realidad. Un otoño eterno–Hablas de un disco creado en otoño y en La Somoza, ¿qué importancia tiene el tiempo y el lugar en ‘El ocaso de los ciervos’?
–En ‘El ocaso de los ciervos’, el otoño lo es todo. El otoño es un origen, una semilla que se ha ido desarrollando. Una apuesta por la inercia. Todo sucede en la Somoza, en el País de Maragatos, pero podría ocurrir en cualquier lugar en el que hayan pisado ciervos o humanos. El otoño, que es muy maragato, muy leonés, al igual que León y la Somoza son otoñales, es el color de éstas canciones, porque lo que cuentan se vivió en otoño, y ese mismo otoño, lo que se vivió se imprimió. ‘El ocaso de los ciervos’ es una catarsis que tardó un día en concebirse, dos meses en crearse y dos años en convertirse en realidad. Un otoño eterno..

–¿Y qué es La Somoza para Carlos Huerta, porqué la elige para crear este disco o te eligió ella a ti?
–La Somoza es el origen. Mis primeros pasos de niño ocurrieron en un otoño de los años 80 a la orilla del río Turienzo. Los primeros bailes (que no recuerdo pero de los que he visto fotos) fueron al ritmo de Lauro, un tamboritero con flauta al que sí que (vagamente) recuerdo. La piedra y la madera de la Somoza han permanecido mientras yo crecía. No concibo una textura con más personalidad y un calor más filado que el de una manta maragata. Vengo de una familia viajera con multitud de orígenes que echó raíces en éstas tierras difíciles, y aquí es donde broté, crecí y continúo desarrollándome. Si tengo que buscar un refugio lo encuentro de noche y en el frío que hace en Peñadadiel, bajo las constelaciones y la energía de las estrellas fugaces, rodeado de la oscuridad, junto a las piedras milenarias y con la tranquilidad que me inspiran las luces de Filiel bajo el Teleno y Chana a la derecha.

La Somoza es el origen. Mis primeros pasos de niño ocurrieron en otoño a la orilla del río Turienzo. Los primeros bailes fueron al ritmo de Lauro, un tamboritero con flauta–Habla la promoción de un disco de historias sobre lo que te ocurre, lo que te rodea, las cosas cotidianas que trascienden más allá de la anécdota, ¿qué historias nos cuentas?
–Cuento y canto al miedo y al amor y a todas las derivaciones que surgen de ellas. No hay emoción que no parta de uno de esos dos pilares. Entendiéndolo así es todo más sencillo y cantar o contar se convierte en una forma de comunicar y en un modo de sanar. En ‘El ocaso de los ciervos’ empiezo hablando de ella, que se acerca lentamente, porque lo importante nunca llega rápido o de golpe. Y si ella está llegando hay que tenerlo todo preparado. El café, la manta, el quinqué... la lluvia no espera, pero tenemos una cabaña. Y en esa cabaña podemos hablar de todo lo que pasó. Podemos hablar del tiempo. De todo lo que hemos esperado. Podemos recordar una pandemia (que no existía cuando se escribieron las canciones, pero que se refleja en ellas). Rememorar la soledad que soñábamos romper con un beso sin mascarillas a la orilla del mar. ‘El ocaso de los ciervos’ es ese otoño en el que llegó la gente que no estaba para rellenar el vacío de los que se fueron. ¡Y vaya si lo llenaron! Como las bellotas llenan los montes de árboles. Todo está cargado de futuro, y afortunadamente eso es lo único que importa.

–¿Cómo ha sido la evolución de Carlos Huerta desde 2013 y aquel Un velero a la derivaa este disco, pasando por #HayQueSeguirCantando ( en el año 2016) y Cantos para una siesta cósmica (en 2018)?
–El primer disco, a la deriva, era París, era Rayuela, pero también era el comienzo de un viaje que continuó de la mano de Aute, Petisme, Mestre o Albalate en el segundo. ¡Había que seguir cantando!. Cuando esos apellidos te ayudan a cantar, acabas cansado y toca dormir. Llegó el tercero, una siesta cósmica en el que hablé por dentro. Y en el cuarto, recién levantado de la siesta, canté lo que salió aquella tarde de otoño. Es el más personal, las canciones hablan de cosas que aún están por suceder.

–Has cantado a muchos poetas y también temas tuyos, ¿cuándo unos y cuándo CarloSolito?
–Los poetas, mis poetas, están en cada verso que escribo, en cada idea que surge. Leer sus versos me ha forjado. En otros momentos canto con sus ideas o le pongo música a sus voces; y en éste ocaso están. ¡Vaya si están! Pero están escondidos tras los árboles de los bosques del otoño. Entre los ciervos. En cabañas, en filandones, en las tabernas de León o de Ponferrada. No son los protagonistas, pero son los que hacen posible que le cante a la vida y sus texturas.

León me hizo. Las calles, los bares, los amigos, las noches, los amaneceres. Me hice músico en León. Me atreví a ser trovador, cantautor, en las calles de León–Habitualmente cuentas con muchas colaboraciones, ¿las buscas, te buscan, son colegas que encuentras en tu mismo camino?
–Toda la gente que forma parte del disco forma parte de mi vida. Están quienes están dentro de las canciones, en las estancias de las que habla el disco, en las ciudades, calles, bosques, cabañas... hay personas que han forjado lo que canto. Pero también están quienes lo han hecho material, las voces, los instrumentos, las texturas, el trabajo, en definitiva. ¿Qué me aportan? Tanto unos como otros, absolutamente todo.

–Has actuado por numerosos pueblos de la provincia y este viernes presentas el disco en León ¿Qué supone, significa algo especial?
–León me hizo. Las calles, los bares, los bares, los amigos, las noches, los amaneceres. Me hice músico en León. Me atreví a ser trovador, cantautor, en las calles de León. En invierno. León y la Somoza son las principales chinchetas del mapa de ‘El ocaso de los ciervos’. Me gusta cantar en cualquier sitio en el que haya una persona con ganas de sentir, he cantado en cientos de pueblos de esta provincia que he conocido precisamente cantando. Un concierto en León es siempre especial. ¡Para un provinciano como yo, es cantar en la capital!
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