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Vivan las diferencias

06/02/2019
 Actualizado a 16/09/2019
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En una infancia de pueblo en la que apenas sucedía nada, contábamos con la imaginación y la energía física para contrarrestar la aburrida rutina y convertir cada día en diferente, transformando lo habitual en una ocasión para la aventura. Si éramos capaces de divertirnos con tan poco, cuando sucedía algo extraordinario o se colaba alguna novedad en nuestro pequeño universo conocido, lo disfrutábamos con ánimo festivo. Como una fiesta vivíamos la mañana en que pasaban los tanques, camino del Teleno, y corriendo asomábamos a la carretera para asombrarnos y vitorearles. También saltábamos, dando gritos y señalando el cielo, cuando un avión surcaba el aire sobre nuestro pueblo.

Hace tiempo que dejaron de pasar los tanques, pero siguen sobrevolando los aviones, aunque ya no damos saltos, quizás porque ya no somos niños y hemos perdido la capacidad de sorprendernos. Hago aterrizar ahora en esta columna a estos aviones, a propóstio del Goya que ha ganado el actor Jesús Vidal por su papel en la película ‘Campeones’. Enhorabuena. El personaje que interpreta lleva control de los horarios y vuelos que pasan sobre su cabeza. Su entrenador malinterpreta esta afición como manía, rareza propia de alguien que no está bien del todo.

Hace unas semanas, celebramos el cumpleaños de mi cuñada Diana, y Tomi nos enseñó una aplicación para el móvil que te muestra los vuelos que en ese instante están surcando el cielo sobre ti. Ya no pareció tan raro, sino una buena idea.

Lo cierto es que tememos lo que es diferente, lo tomamos como extraño y lo evitamos. Nos sentimos seguros en el recinto vallado de lo igual y normal. Gran error, porque precisamente son las diferencias las que nos enriquecen.

En la fiesta de cumpleaños, Diana y Richard nos dieron un concierto. Todo un lujo. También se sentó Javivi a la batería. No conozco a nadie con más pasión por la música que Javivi. Ahora va a clases de batería. La toca con una sola mano. Una enfermedad le limitó la movilidad de la otra y también sacó de la normalidad su forma de pensar y comprender el mundo. Cuando le fui a felicitar por lo bien que tocaba, me dijo con toda naturalidad: «Ya, tío. Y sólo con una mano. No como Diana que toca con las dos».

Todos tenemos campeones cerca y no son personajes de películas. Aprendamos de ellos también. Vivan las diferencias.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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