13/01/2015
 Actualizado a 13/09/2019
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Los recientes atentados terroristas ocurridos en París nos recuerdan inevitablemente al ocurrido en la estación de Atocha un fatídico 11 de marzo, cuya autoría intelectual aún sigue siendo un misterio.

Siendo España uno de los países más interesantes del mundo y probablemente en el que mejor se vive, no es menos cierto que hay aspectos en los que nuestra vecina Francia es envidiable. Así mientras los mayores enemigos de España son los propios españoles, y muchos se avergüenzan de serlo, para los franceses ser francés es siempre un orgullo.

Sin duda una de las páginas más bochornosas de la historia de España ha sido la reacción de gran parte de los españoles ante el atentado del 11M con sus casi doscientos muertos y otros muchos heridos. Sencillamente gran parte del pueblo español dio la razón a los terroristas, al justificar el atentado por el visto bueno de Aznar, que no la participación de España, en la guerra de Irak, al igual que hicieron otros países europeos. Como si los terroristas tuvieran por ello derecho a matar a decenas de inocentes por su cabreo. Es como si decimos que la culpa de lo ocurrido en París es de los caricaturistas de Mahoma por meterse con el Profeta.

Asumo plenamente lo leído en un foro de la Guardia Civil en el que se dice que, si el atentado de Francia hubiera ocurrido en España, la oposición estaría pidiendo la comparecencia del presidente del Gobierno para dar una explicación sobre las muertes, exigiendo dimisiones, criticando la brutalidad de la policía por abatir a los terroristas, manifestándose contra el racismo y haciendo concentraciones frente a las sedes del PP…

Probablemente los atentados de París y el creciente y poderoso radicalismo islamista marquen un antes y un después en la defensa de los valores de la cultura occidental y confiamos que España se dejará guiar por el resto de los europeos; pero no estamos libres del más estrepitoso fracaso, si renunciamos a los principios cristianos que han configurado lo más valioso y genuino de Europa y de la civilización occidental.

En este caso el gran enemigo seremos nosotros mismos.
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