Violines sin trompetas

No entusiasmó precisamente la primera de la feria. Unas veces los toros, otras el fallo al matar, dejaron la tarde en gris, sólo el segundo del portugués alegró la tarde y se concedió la única oreja del festejo

Fulgencio Fernández
25/06/2017
 Actualizado a 19/09/2019
El portugués Joao Moura "lleva de la mano" al toro en una tarde en la que fue el único en cortar un trofeo de su enemigo. | REPORTAJE GRÁFICO: MAURICIO PEÑA
El portugués Joao Moura "lleva de la mano" al toro en una tarde en la que fue el único en cortar un trofeo de su enemigo. | REPORTAJE GRÁFICO: MAURICIO PEÑA
Los rejones no son los toros. Los accesos están despejados, la capilla vacía, el callejón libre, los toreros tranquilos... Curiosamente hay más expectación alrededor de los caballos, a los que la gente mira con los ojos como platos. Allí estaban los holandeses errantes y herrantes (Debby y Tom, que se dedican a herrar caballos a domicilio) y ella decía: «¡Cómo disfruto!». De los de Pablo Hermoso hablaba Toño El Duende, domador sin un solo ‘palo’: «Estos caballos hablan, mira al cuidador, no es el hombre que susurra a los caballos, son los caballos los que le cuentan al hombre».

Y aunque torean hombres se habla con nombres propios de los caballos: Duende, Dalí, El Guapo, Aquiles, Caviar, Dallas, Sócrates, Tomatito...No faltan los habituales, como habitual es en el mundo del toro (el menos en el leonés) lo que llamamos chafardeo, chisme, cosas... «¿Quién preside? Parece que vino uno de Burgos». Muy nuestro. El nuevo, el nuevo capellán llega con el alzacuellos suelto y distendido: «¿Nervioso por el debut? No hombre, ya venía antes a los toros y además en los caballos no pasa nada».Sólo hace una semana de la última tragedia. Una pancarta la recuerda con poesía: «No soñaron su vida, vivieron su sueño», junto a dos fotos de Fandiño y Víctor Barrio. Crespones negros entre los toreros, unos los llevan en la espalda, otros en el brazo, incluso en la coleta, otro viste de negro y le sale del alma: «Lo llevo en el alma».Llega la hora de la verdad. Comienzan a salir los caballos del primero de la tarde, Pablo Hermoso de Mendoza. A su encuentro sale un toro de 525 kilos que responde al nombre de Boticario. Es mucho decir sale a su encuentro, realmente no le hace caso, se va por su cuenta. El Boticario parece estar repartiendo medicamentos y no quiere guerra. Hermoso lo intenta pero pronto hace un gesto con la cabeza, claramente dice no. Los suyos, en el burladero, dicen no. Y el caballero sale a cambiar de caballo. Regresa con Duende. Vaya si lo tiene, con la magia añadida de los caballos blancos. Era el que antes de empezar le hablaba al hombre.Dicen los expertos que los rejones son una sinfonía de violines y trompetas. Los violines los ponen los caballos, las trompetas las hacen sonar entre los toros y los toreros. Los violines sonaron, las trompetas, no.Manuel Manzanares no logró reponerse de la impotencia para matar su primer toro, con casi 20 pinchazos Sonaron con Duende, capaz de cualquier filigrana en la mismísima cara del toro y a un centímetro de sus pitones. Duende, de sangre portuguesa, deslumbra con la elegancia con la que le gana la batalla al toro y cuando el público se animaba después del «no» inicialel de Estella se fue a por Dalí, para buscar la locura en los tendidos, ¿con quién mejor? No es de Cadaqués sino árabe e impresiona. Realiza ‘paradas’ temerarias. Se queda quieto, de espaldas, ante un toro al que no ve pero se fía de su caballero quien, por un momento, también parece enloquecer cuando se dirige hacia los tendidos y pide una respuesta a su tándem Dalí-Hermoso. La tiene ¿Borra el no? Pues no. Allí comienza la cuesta abajo. El Boticario vuelve a su botica. La tensión baja. No mata bien. Palmas que parecen recordarle que le tienen fe y le están esperando. Queda otro toro pero, ya lo adelanto, más de lo mismo. Violines sin trompetas y ovación en vez de palmas.Moura Junior salvó la tardeJoâo Moura junior parece querer hacer honor a su condición de hijo y aunque ya caminará hacia los treinta mantiene esa cara de niño que tanto le acerca a los aficionados, que suma con habilidad a sus sonrisas, y que tan efectivas son cuando vuela sobre sus caballos mirando a una grada que siempre responde. Cuando se cruza con el maestro Hermoso de Mendoza más que un saludo parece una reverencia. Y uno recuerda su aparición en televisión hace meses leyendo una carta de agradecimiento al caballero de Estella «por su comportamiento con mis caballos en un terrible accidente, donde murieron Dubai, mi caballo estrella, y Compadre Jaime, pero el resto se salvaron gracias a Pablo».Guapo, Aquiles, Caviar, Dallas... fueron de los que se salvaron el accidente. Y fueron de los que salvaron la tarde. Ellos sí tocaron los violines pero también al portugués le fallaron las trompetas. Los toros no decían nada y los caballeros se desesperaban. En los tendidos, menos de media plaza, se había instalado la certeza de que «hoy no salimos de la patá». Postigo camina de un lado a otro. El tiempo pasa a la espera de los chispazos que no llegan hasta el quinto de la tarde, de Joâo Moura Junior. No es para tirar cohetes, pero el buen hacer de ‘los salvados’ y las ganas del niño portugués le arrancaron a la faena los mejores momentos. Y una oreja, que parecía fruto de la necesidad de que no se fuera la tarde en blanco.

Porque los aficionados ya no tenían fe en el sexto. El duro pasaje de la muerte del tercero de la tarde, de nombre Zapatero (quiero creer que por el viejo oficio aunque hubo bromas en el tendido) dio la impresión de que dejaron hundido a Manuel Manzanares. No había sido una faena vibrante, no había sido un toro vibrante, de nuevo dejaron sus pinceladas Sócrates y Tomatito, que fueron ‘tocados’ aunque sin herir en varias ocasiones por los pitones de Zapatero. Entró a matar, sin acierto, se bajó para descabellar, sin acierto, volvió a subir al caballo, tampoco remató, y al volver a bajar fue tremendo. Entre 15 y 20 veces lo intentó, las caras de la cuadrilla eran un poema. La suya un romance a la desesperación y cuando llegó el final nadie creía que se iba a reponer para el sexto. Aguantó los pitos pero la del sexto toro fue una crónica de un anunciado día gris. Lo fue. Nuevos pitos, tal vez más fuertes.

Se acabó. Los aficionados ya estaban hablando de «mañana». Discutiendo sobre Riveras o Simones.
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