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‘Vintage’ rural

16/12/2016
 Actualizado a 16/09/2019
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Recientemente entrevisté a una célebre galerista. Me citó en el almacén de su galería, un edificio gris de los años 70 en un callejón detrás de la Castellana. A la puerta se sentaba un tipo grueso que ni me saludó, una especie de portero desganado. El lugar parecía tan desangelado que me inundó la sensación de que se encontraba abandonado. No había timbre, se entraba a través de una cochera. Subí al renqueante montacargas y al salir me encontré en un laberinto de pasillos con las tuberías al aire y humedades en los muros. Abrí una puerta al azar, allí estaban las pinturas y las esculturas y montañas de embalajes, no me había equivocado. Y allí estaba ella, bohemia y exótica. Llevaba unas gafas negras de pasta gruesa, un pesado collar dorado y una blusa ‘vintage’ de Balmain con mangas abullonadas. Como una especie de diva expresionista. Rápidamente comenzó a explicarme que esa era una obra de ‘Los Carpinteros’ y aquella de Richard Long. Me condujo al sótano, donde guardaba una increíble biblioteca. Le pregunté qué hacían todos aquellos tesoros en ese lugar... tan peculiar. Me contó que cuando adquirieron el almacén, lo habían dejado tal cual, con su pátina de decadencia. «Es más auténtico, ¿no te parece? En el piso de arriba hay un estudio que le prestamos a ‘Los Carpinteros’ al llegar a España. Les fascinó». (‘Los Carpinteros’, para quien no lo sepa, son el colectivo artístico de moda, cubanos que triunfan en todas las ferias internacionales).

Al día siguiente viajé a La Bañeza para pasar el fin de semana. Me acerqué a la finca que un amigo de mi padre posee junto al río Órbigo. Allí se levanta una nave de ladrillo visto cuajada de telarañas con pátina de décadas, pirámides de botellas vacías, comederos rotos, viejos remolques de tractor. El amigo de mi padre fumaba sentado en una silla coja, llevaba un jersey ‘vintage’ tejido a mano por su cuñada con agujeros de polilla y se ajustaba de vez en cuando sus gafas de pasta gruesa. Por un momento pensé que el escenario del día anterior y el de ese día podrían ser intercambiables. Quizá me encontraba frente a una instalación política de ‘Los Carpinteros’ que denunciaba el abandono del campo, y el tipo desmañado que fumaba delante de mí era su galerista. Menos mal que enseguida se ofreció a darme unos pimentines y unas patatinas y la fantasía se esfumó.

Así, en esa trasposición de lo rural y lo urbano, de lo tradicional y lo ‘cool’, se mueven mis columnas. Y ésta espero que sea la primera de una larga colaboración. ¡Bienvenidos!
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