Villabalter lleva a sus jóvenes al huerto

Una pandilla ha encontrado allí su lugar de ocio alternativo en tiempos de pandemia

C. Centeno
19/05/2021
 Actualizado a 19/05/2021
Son una veintena de jóvenes, a los que se unen vecinos de Villabalter de todas las edades. En ‘Villa Rumba’ hay sitio para todos. | MAURICIO PEÑA
Son una veintena de jóvenes, a los que se unen vecinos de Villabalter de todas las edades. En ‘Villa Rumba’ hay sitio para todos. | MAURICIO PEÑA
Villa Rumba’ es sinónimo de ocio, pero también de esfuerzo. En tiempos de pandemia y con las posibilidades de entretenimiento reducidas a mínimos, un grupo de 20 jóvenes de Villabalter ha encontrado en el huerto un lugar de reunión en el que combinar trabajo y diversión. Tienen entre 20 y 35 años, aunque por la finca también pasan niños y mayores, y comenzaron a valorar esta alternativa una vez finalizado el confinamiento estricto, hace ahora un año. «Cuando nos empezaron a dejar salir quedábamos para andar y un día nos dijo Víctor, que es el hijo de los dueños, que tenían un terreno que podíamos arreglar para pasar el verano», recuerda Tamara Salas.

Dicho y hecho. La pandilla se puso manos a la obra para adecentar casi 2.500 metros cuadrados de superficie que llevaban unos ocho años sin uso. Lo primero fue desbrozar, aseguran mostrando fotos del antes y el después. «Tiramos todos mucho de carretilla», cuenta Loreto Escapa. Durante el pasado verano ya plantaron pimientos y tomates, pusieron una piscina y un tendejón con lonas que «poco a poco» han ido mejorando. Porque el grupo reconoce que ahora «hacemos vida en ‘Villa Rumba’».

Prácticamente a diario hay actividad en esta finca de Villabalter. «Cada uno tenemos nuestro trabajo y venimos cuando podemos, regamos, recogemos, lo que sea», asegura Tamara.

La superficie destinada al huerto se ha multiplicado este año y en estas semanas trabajan duro en la plantación de nuevas variedades. Tienen sembrados ya 50 kilos de patatas de dos variedades, cebollas, cebolletas o lechugas en un pequeño invernadero que han construido. También pondrán tomates, pimientos o calabacines, una gran variedad de productos hortícolas para aprovechar el terreno lo máximo posible. Lo hacen «por entretenimiento» y «por pasar el tiempo ahora», reconoce Tamara.La producción, después, la reparten entre ellos, sus familias y los cada vez más vecinos que se pasan por ‘Villa Rumba’, porque «llama mucho la atención», asegura Loreto.

La mayoría del grupo «no teníamos mucha idea de cómo trabajar un huerto», reconoce Tamara. Pero para aprender han contado con la inestimable orientación de Miguel Fernández, padre de uno de los integrantes, que ‘dirige’ las tareas, detalla los tiempos adecuados para realizar cada plantación, etcétera. También acude prácticamente a diario y se ha convertido en una pieza imprescindible en esta iniciativa. Al igual que María Jesús Monedero, propietaria del terreno junto a su hermano y madre de Víctor. Como una más de la pandilla, esta mujer mira orgullosa la transformación del terreno. «Dicen que me han expropiado, pero yo estoy encantada», confiesa. «Todo este invento lo han hecho ellos –tienen una caseta que abre y cierra para no pasar frío en invierno– han arreglado el pilón y han puesto césped», presume. En definitiva, «lo tienen muy bien todo», por lo que «no nos arrepentimos de habérselo dejado», asegura reconociendo emocionada que «mi padre y mi marido estarían orgullosos».

«Cuando lo ves así da gusto, pero nos ha llevado mucho trabajo», recuerda otro de los amigos. «El primer día que entramos aquí daba miedo», confiesa. Como en todo grupo, también tienen un ‘manitas’, él ha sido el encargado de restaurar un viejo tractor, aperos y hasta de hacer un arado de mano impulsado con la rueda de una bicicleta. Con ellos, algunos prestados y otros comprados y luego arreglados, piensan seguir ampliando el terreno de huerto, que ya ocupa buena parte de la finca.

Porque ‘Villa Rumba’ es una alternativa de ocio que se quedará más allá de la pandemia.
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